Não há nenhuma árvore que o vento não tenha sacudido - Provérbio hindu
ISSN 1678-0701 · Volume XXIII, Número 93 · Dezembro/2025-Fevereiro/2026
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Educação
08/12/2025 (Nº 93) “SENTIR LA LUZ”
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Mandala: “Sentir la Luz” (E. Mónica Shocron B.)



Sentir la Luz”

Abrir el corazón y darnos permiso para vincularnos con todo lo que nos rodea,

dejando que florezca nuestra sensibilidad profunda



LUZ: Esa palabra que despliega múltiples imágenes, sensaciones, memorias, vibración… Esa palabra que -al pronunciarla o pensarla- nos lleva al encuentro de nuestro mundo sensible. Esa palabra que se transforma en conexión vibrante con la energía que irradia, convirtiéndose en un símbolo de claridad sin límites, de vibración en alta frecuencia, de fuerza creadora y multiplicadora de su propia esencia.



Encontrarnos con nuestra sensibilidad profunda

Sentir la Luz es un modo de conexión; es un camino para reconocer la Luz que brilla en la esencia de todo, de todas las cosas, de todos los seres, incluyéndonos –obviamente- a todos nosotros, los seres humanos.

Sentir la Luz que nos habita es un modo de ponerle alas a nuestra “mente-intelecto” para que ella se eleve, amplíe sus fronteras y nos ayude a evolucionar como seres humanos y planetarios.

Sentir la Luz nos permite “vibrar alto”, elevar nuestra frecuencia para poder traspasar las fronteras finitas de la mente pensante-lineal y conectarnos con lo más sutil, con aquello que muchas veces no se ve con los ojos físicos pero se siente y se percibe por otros canales de nuestra sensibilidad profunda. Al despojarnos de los filtros de la mente concreta y física nos permitimos percibir aquellas dimensiones más sutiles de todas las cosas, de toda la creación. Los ojos físicos ven dentro de un campo visual de tres dimensiones; pero hay otras dimensiones que habitan en el alma de todas las cosas y en la luz que vibra infinitamente en todo.

Al vincularnos de este modo, podemos expandir nuestra consciencia y comprender lo que hay de trascendente en nuestra vida planetaria.

Recordemos que somos seres espirituales aprendiendo a ser humanos y planetarios; que somos cuerpo físico, mente, emociones y espíritu; que somos parte de una red sutil de energía, una trama de luz que nos abraza y nos reúne con todo lo que nos rodea, mostrándonos que todo vibra y vive dentro de esa trama, en la que cada nodo se vincula con todos los nodos de la red. Por unos instantes, cerremos los ojos para poder ver esa red con los ojos del alma; para poder percibir su vibración e identificar la diversidad de sus nodos ayudando -todos juntos- a sostener su flexibilidad vital. Con esta visión ampliada, procuremos estar conscientes de las múltiples formas de relacionarnos con todo, para comprender más profundamente la calidad de nuestros vínculos; para poder ver y comprender que somos naturaleza; que nos manifestamos “a imagen y semejanza” de todo lo que forma parte de nuestro “entorno natural”. Estamos influidos –al igual que todo lo que existe a nuestro alrededor- por todos los estímulos ambientales, por los factores climáticos, los ciclos de la vida, los ritmos de la vida misma.

Somos seres sensibles y -como todos los seres vivos- también somos sacudidos por los vientos, calentados por el sol, refrescados por las lluvias y por todas las aguas -las de los ríos, los lagos, los arroyos y los mares-. Reaccionamos frente a los estímulos externos y muchas veces, ellos nos impulsan a salir de nuestro balance porque -de algún modo- nos sorprenden distraídos, cansados, con poco equilibrio o porque nuestras raíces se volvieron más superficiales.

Pero podemos recuperar el balance perdido y esto depende de nuestra fortaleza interna, de la profundidad con la que hemos enraizado en nuestra esencia y de la conexión que sostengamos con la Luz de la vida. Volver al balance frente a las sacudidas de los estímulos externos es un acto personal y voluntario y lograrlo, depende de nosotros mismos.

Recordemos que esa Luz que nos habita, esa Luz que irradiamos cuando estamos en balance, cuando sostenemos nuestra “unidad cuerpo-mente-corazón-espíritu”, es capaz de iluminar nuestro camino y -tal vez- también los pasos de otros. Pero… ¿estamos conscientes de esto? ¿Tenemos idea de la dimensión del poder de la luz que nos habita y nos da vida?



Tender un puente entre intelecto y percepción

Tender un puente entre intelecto y percepción es permitirnos el renacimiento de la consciencia como recurso esencial para comprender la trama de la vida.

En esta parte del recorrido por el mapa de nuestra propia evolución, la intelectualidad por sí sola ya no nos alcanza; necesitamos tender y fortalecer ese puente entre la mente lógica y la percepción, porque son nuestros canales de sensibilidad profunda los que nos dan libre acceso a la información multidimensional que necesitamos para avanzar en nuestro camino. Abrir ese espacio interno y personal de conexión profunda con nuestra Luz interna nos vincula naturalmente con nuestra capacidad de sentir, percibir y comprender la “multidimensionalidad” en la cual vivimos.



Sentir la Luz en acción

*¿Cómo hacer el proceso?

El primer paso es hacer una pausa; escuchar el silencio; respirar suave, con sutileza y conscientemente; es dejarnos abrazar por la serenidad de la mente y el aquietamiento de las emociones.

Luego, ir al encuentro de nuestra luz interior y sentir esa luz, su energía, su vibración; asumir una actitud de entrega y confiar que estamos en el lugar correcto del mapa de nuestra propia evolución. Es en ese momento que comprenderemos que sostener la calma no es ser pasivos sino prepararnos para el movimiento e ir al encuentro del nuevo balance y de los nuevos ritmos.

Entrar en ese espacio de serenidad personal agudiza nuestros sentidos; activa la mirada profunda y podemos ver la vida en “alta definición”, con más nitidez, con más amplitud y -con esa mirada- podemos descubrir hasta lo más sutil, hasta lo que gozaba de una invisibilidad aparente.

Para sentir la Luz “en acción” tenemos que atrevernos a dejar nuestra zona de confort; precisamos asumir una actitud de entrega, confiar en nuestra voz interior y sostener nuestra mente abierta y lúcida para poder diseñar acertadamente nuestro nuevo itinerario. Necesitamos descubrir nuestros nuevos ritmos, aquéllos que están vibrando en sintonía con los ritmos de la vida, porque somos parte del mega-sistema que nos contiene.



*Comprender la interdependencia sistémica

Somos parte de un sistema que vibra vida; en él todo está conectado con todo; el movimiento o la inercia involucran a cada parte del sistema y al sistema en su totalidad; cualquier alteración en alguna de sus partes, afecta al resto y a toda la trama.

Nosotros, a través de nuestros canales sensibles, podemos percibir la vitalidad

o debilidad de todo el sistema; podemos percibir los procesos y los cambios; podemos entrar en sintonía -o no- con el resto de los “componentes” del sistema, pero no podemos eludir la interdependencia sistémica.

Existe un ritmo común y –también- individualidades rítmicas; lo individual enriquece a todo el sistema y el sistema fortalece y nutre lo individual.

Sustentar nuestra conexión y sintonía con todos los ritmos de la vida es fundamental; ellos tocan nuestro corazón y ese fluir de la fuerza de la vida en nuestros vínculos despliega un poder infinito de transformación personal, que abraza a nuestros corazones y potencia nuestra Luz; amplía las fronteras de nuestra “mente-intelecto”; expande nuestra mirada; renueva nuestra forma de ver la vida y nos ayuda a comprender los múltiples modos de relacionarnos con todo.



*¿Qué sentimos y qué hacemos cuando parece desmoronarse todo a nuestro alrededor?

Hay momentos en los que pareciera que todo está “patas para arriba”; que estamos sumergidos en un caos que nos envuelve, del cual no podemos salir y eso -tal vez- nos paraliza porque nos saca de nuestra zona de confort y-aunque probamos accionar de modos varios- no encontramos el camino para volver al balance y nos sentimos “perdidos”, como si se hubieran esfumado las alternativas posibles para recomponer ese ritmo, ese modo de ver la vida al que estábamos acostumbrados. Aparecen la incertidumbre, el miedo, las dudas y nuestro ánimo decae.

En esos momentos, necesitamos parar, hacer una pausa para poder ver el panorama completo, con calma; para poder conectarnos con esa Luz que nos habita, hasta poder percibir su fuerza y su brillo vibrando en nuestro interior y expandiéndose –aún- más allá de nosotros mismos.

Lo que percibimos como un caos -en realidad- es lo viejo que se debilita, se desdibuja y se desordena, poniendo a la vista lo que ha quedado obsoleto. Las piezas que componen el todo se dispersan y no podemos volverlas a ubicar dentro del diseño conocido, porque este diseño ha perdido su vigencia.

En realidad, esto nos está mostrando la cercanía de un nuevo comienzo; el nacimiento de un nuevo orden-balance, de un nuevo ritmo, de la renovación y revitalización de toda la trama y de todo el orden sistémico.

¿Qué hacer –entonces- en esos momentos?

En momentos de agitación y caos, la primera reacción -tal vez- sea refugiarnos en los viejos hábitos, en las “viejas estructuras conocidas”; tal vez, salgamos impacientes a buscar explicaciones racionales que nos den claridad o que sostengan nuestras antiguas creencias. Tal vez, sentimos que no sabemos hacia dónde orientar nuestros pasos, hacia dónde ir o qué hacer o no-hacer. Tal vez, aparezca el miedo a lo que vendrá, a lo desconocido; pero en ese caso -en lugar de desconocerlo- podemos tomar al miedo de la mano, madurarlo y transformarlo en movimiento creativo para inspirar el cambio.

La primera solución frente a lo que llamamos “caos” es interna y no externa; es decir que necesitamos ir hacia nosotros mismos, hacia nuestra intimidad; hacia esa dimensión interior en donde la Luz prevalece.

Ante tanto ruido a nuestro alrededor, una muy buena opción es multiplicar el silencio, abrir nuestros oídos internos para escuchar la “voz-guía” con mayor claridad; dejarnos deslizar hacia ese espacio personal de calma y recuperar el balance. Precisamos asumir una actitud alquímica para poder transformar la ansiedad en capacidad de respuesta; la preocupación, en estar presentes en “el aquí y ahora”.

Necesitamos darnos permiso para la experiencia, para dejar fluir, para aceptar que podemos no encontrar todas las respuestas y –a la vez- confiar que –aunque no podamos ver claro al final del túnel- encontraremos la Luz que oriente cada nuevo paso que demos.

Sentir la LUZ es nuestro nuevo paso!







Esther Mónica Shocron Benmuyal

Embajadora de Paz

Distinción otorgada por la Fundación Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

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Ilustrações: Silvana Santos