Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
08/06/2021 (Nº 75) AL ENCUENTRO DEL ESPLENDOR
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Mandala “Al Encuentro del Esplendor” (Esther Mónica Shocron B.)

Frase inspiradora: A sustentabilidade trata a sobre ecologia, economia e equidade. (Ralph Bicknese)

Al encuentro del esplendor”

Cuando pensamos en sustentabilidad casi inmediatamente hacemos una asociación libre con la ecología, el respeto por la naturaleza, la economía y lo social y comunitario.

De algún modo estamos percibiendo la conexión que existe entre ecología, uso cuidadoso de los recursos, necesidades sociales y actitudes y acciones comunitarias. Estamos percibiendo que todos son “ingredientes esenciales” para la sustentabilidad planetaria.

Nuestro planeta -y ya los hemos dicho muchas veces- manifiesta su generosidad para con sus habitantes y se comprueba con la multiplicidad de recursos que pone a nuestro alcance para nuestro sustento cotidiano. La pregunta es: hasta qué punto nosotros, los seres humanos, estamos conscientes de eso y hasta qué punto le expresamos nuestra gratitud?

Gratitud es la fuente de la abundancia. Redescubrirla contribuirá con la sustentabilidad cotidiana.

Qué es la gratitud? Cómo se expresa?

La gratitud es un sentimiento que nace en el corazón, sin interferencias intelectuales; es un sentimiento profundo que se asocia a la alegría, porque es a través de nuestro agradecimiento que experimentamos esa energía expansiva de plenitud llamada alegría.

Tal vez pocas veces hacemos las pausas necesarias para poder conectarnos con ellas y darnos cuenta que su poderosa energía se transforma en vitalidad, en salud y en abundancia.

La alegría es radiante y lejos de ser solamente risas e instantes de felicidad, es un estado del alma que nos vincula con la vitalidad y nace de nuestra sintonía mente, corazón, cuerpo y espíritu. Cuando la incorporamos a nuestro “hábitat interior” se manifiesta en nuestro día a día, sosteniéndose así en el tiempo y brindándonos vitalidad; entonces, podríamos hablar de sustentabilidad de la alegría, como un recurso más para tener en cuenta en este “gran balance” y podríamos decir que la alegría, la amorosidad y la gratitud se reúnen para sostener la vida.

Para poder lograr el gran balance planetario, tendremos que hurgar en nuestro sentido de espiritualidad.

Culturalmente, hablar de espiritualidad despierta en algunos seres humanos muchos signos de pregunta sobre su significado, sobre su alcance, incluso se asocia espiritualidad con religión como si fueran sinónimos. Creo que es oportuno poner algo de claridad al respecto.

La espiritualidad involucra la sensibilidad profunda, la conciencia de ser parte de un todo mayor y la trascendencia del ser humano planetario. La espiritualidad incluye también nuestro sentido de balance entre el mundo físico, el mundo mental, el mundo sensitivo, integrados todos a través del mundo del espíritu. Tomar conciencia de nuestra espiritualidad y de nuestra identidad humano-planetaria es fundamental para poder fortalecer la sustentabilidad en el planeta.

Y para poner un poco más de luz en nuestra búsqueda de inspiración, vayamos al encuentro del esplendor!

¿Qué es el esplendor?

El esplendor nos vincula con la luz, con su poder de expansión, su capacidad para iluminar y dar claridad. Simbólicamente también podemos referirnos a nuestro esplendor como la capacidad de brillar a través de nuestros dones, nuestros pensamientos, nuestras acciones y creaciones, cuando nacen en el alma y en el corazón.

También podemos hablar de esplendor cuando nuestra mente se aclara; cuando nuestra percepción se activa y nuestra sensibilidad se manifiesta en completa libertad expresándose con delicadeza y amorosidad.

Recordemos que la luz resplandece después de las tormentas más oscuras, trayendo nuevamente la claridad.

Y así como ocurre en la naturaleza, también acontece en nuestras vidas.

Cuando todo se oscurece ante nuestras miradas, cuando pareciera que todo se desmorona y que el punto de luz desaparece de nuestro horizonte, existe siempre un instante de pausa silenciosa en la que sentimos que la vida se detiene y que todo se queda quieto, opaco y silencioso. Pero detrás de esta aparente quietud y opacidad silenciosas, unos pequeños movimientos, casi imperceptibles, van despertando sutilmente para volvernos a inspirar y llevarnos a la acción una vez más. Y es en ese instante, en el que aparece la sensación de sentirnos suspendidos en el aire como cuando vamos a dar un gran salto; esa misma sensación que experimentamos justo antes que nuestros pies toquen nuevamente el suelo, procurando encontrar el punto que nos ayude a sostener el equilibrio.

Y me pregunto si llamarlo equilibrio o balance. Y me respondo que tal vez, equilibrio se vincula con la quietud y balance, con los movimientos sutiles. Siguiendo el hilo de pensamiento, asocio el balance con la vida porque ella es movimiento perpetuo, porque ella se recrea a sí misma a cada instante; se renueva y se transforma todo el tiempo, lo percibamos o no.

Entonces, para acompañar el ritmo de la vida necesitamos buscar el balance todo el tiempo; es decir, movernos balanceándonos sutilmente y calibrando constantemente nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestras decisiones. Se trata de ir al encuentro, en ese balanceo, de las respuestas que nos permitan sostener el movimiento que acompasa al ritmo de la vida. Y es esta idea del balance asociado a la vida la que me lleva a pensar en la sustentabilidad.

La sustentabilidad es un proceso que procura encontrar el balance entre el uso de los recursos naturales y el medio que los produce; es algo dinámico, que nos sugiere estar calibrando permanentemente los recursos y el uso que hacemos de ellos. Y me pregunto: ¿lo hacemos? ¿Nuestra conciencia se mantiene atenta a este cuidado de nuestra casa planetaria? Somos capaces de sostener esa atención plena sobre nuestros pensamientos, intenciones, actitudes y acciones?

Ante estas preguntas quisiera que focalicemos la atención en el camino, es decir, en encontrar el balance entre nuestras acciones, actitudes y costumbres de consumo de los recursos que nos proporciona nuestro entorno planetario. Porque ahondar en las quejas y remarcar lo que se hizo o se hace mal, lejos de llevarnos realmente al encuentro del balance nos inclina hacia la escasez, el desequilibrio, alejándonos de la posibilidad de recuperar la sustentabilidad y revertir los procesos de destrucción.

Existe un mal hábito de culpar a otros, de responsabilizarlos de aquello que fuimos incapaces de hacer o de no hacer; pero en realidad eso se vincula con el impulso a quedarnos en nuestra zona de confort.

Muchas veces, salir de nuestra zona de confort y enfrentar la necesidad de cambios puede despertar una sensación de inestabilidad, de incertidumbre y conectarnos con aquellos miedos que estaban ocultos; y si esos miedos adquieren poder, entonces nuestras decisiones resultarán erradas porque los miedos impiden ver con claridad.

Necesitamos conectarnos –entonces- con nuestra espiritualidad, con lo profundo, con nuestra percepción e intuición, con nuestra mirada interna y dejarnos llevar por esa fuerza que fluye, guiándonos al movimiento en una nueva dirección. Para eso, es preciso tener voluntad para accionar, animarnos a “dar el salto “y entregarnos con confianza a ese instante de vacío antes del cambio.

En estos tiempos, hay demasiado ruido a nuestro alrededor, demasiadas informaciones contradictorias, opiniones livianas y tal vez, sin fundamentos; hay una tendencia a la polarización y los fundamentalismos que pierden de vista lo que la vida nos está mostrando para que la humanidad pueda lograr su transformación evolutiva.

Vivimos una época de sobreinformación y desinformación a la vez; ambas nos ocultan la verdad. Necesitamos aprender a filtrar para poder reconocer lo que es auténtico. Lo auténtico se reconoce cuando nos volvemos seres conscientes y en sintonía con nuestra espiritualidad, dejando que ella se manifieste libremente; cuando nos dejamos ir al encuentro del esplendor.

Necesitamos recordar que el pequeño aporte, es importante para el “gran movimiento”; necesitamos fortalecer en cada uno de nosotros la conciencia de comunidad, porque ella nos lleva a cada uno a hacer su parte, conscientes que cada una de las partes es importante para el todo y que si una pieza falta, el todo no funciona.

Esto lo observamos claramente en la naturaleza donde todas las existencias se vinculan entre sí, se influyen unas a otras procurando sostener el balance entre todas, creando la trama de la vida.

Para estimular y fortalecer la conciencia de comunidad necesitamos redescubrir:

*la gratitud

*nuestra amorosidad originaria

*la capacidad de brindarnos sinceramente a los demás

*el respeto por la diversidad de miradas y sentires

*y actuar sin manipular las conductas de otros para lograr los consensos.

La conciencia de comunidad trasciende los fines individuales y pone en foco de nuestra atención al bien común y a la construcción colectiva. Por lo tanto, si tenemos claros cuáles son nuestros dones y tomamos la decisión de brindarlos para la tarea compartida, ellos se fortalecerán cuando se sumen en la acción a los dones de los demás. Y al activar la conciencia de comunidad lograremos desarrollar naturalmente acciones sustentables focalizadas en el bien mayor.

En estos tiempos de pandemia e incertidumbres, con ansiedades, temores y la sensibilidad a flor de piel, tenemos la oportunidad de poder reconocer los hilos invisibles que nos unen con la naturaleza. La pandemia que toda la humanidad viene transitando hasta el día de hoy, nos pone a la vista que con ella se juega la existencia de la especie humana.

Tenemos la oportunidad de trabajar con nuestra interioridad para darnos cuenta de todo esto y hacernos cargo de la responsabilidad de nos toca en lo que se refiere a la continuidad de la especie humana en el planeta, con la certeza que ese poder está en nuestras manos.

Pero también es importante que tengamos muy claro que la grandeza nace de la humildad y que la humildad sabrá guiarnos en el camino alejándonos de la soberbia y el sentido de superioridad con relación a la naturaleza y a cada uno de sus elementos.

Aunque pueda parecernos difícil e inalcanzable, si dejamos de lado nuestros egoísmos, nuestro sentimiento de superioridad sobre otros seres (soberbia) y nuestras ansiedades por ver resultados inmediatos, desbloquearemos nuestra mente, liberándonos de las angustias y estrecheces intelectuales.

Si confiamos en nuestra calidad de seres espirituales, humanos y planetarios y permitimos que nuestro corazón se llene de coraje y nuestra mente de sabiduría, sortearemos todas las piedras del camino. Porque, si aprendimos a “ver” con los ojos del alma, descubriremos que alrededor de las piedras siempre se abren nuevos caminos. Sólo tenemos que gobernar sobre lo posible, sobre lo que está a nuestro alcance y elegir con sabiduría en que rumbo orientar nuestros pasos. Sólo así, encontraremos el sentido de nuestra existencia y comenzaremos a transitar los nuevos tiempos yendo al encuentro del esplendor, con alegría y en plenitud.

Esther Mónica Shocron Benmuyal

Embajadora de Paz

Distinción otorgada por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

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Ilustrações: Silvana Santos