Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
17/03/2006 (Nº 16) “La cohesión del círculo” Reflexiones analógicas
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Semillas para la Vida

Una Propuesta educativa,

una elección de vida

Educar desde la Esencia

¿Cómo transformar la conciencia para una convivencia ecológica en el camino hacia una sociedad sostenible?

“La cohesión del círculo”

Reflexiones analógicas

El círculo es un espacio sagrado, que invita al silencio y al encuentro. Es Cohesión-Sostener- Compartir-Vincularse con amor y alcanzar la Conciencia de Unidad en la diversidad.

 

 

Nuestra Tierra es un espacio sagrado que nos alberga, nos contiene, nos sostiene, nos incluye y nos brinda posibilidades para aprender a vivir.  

Somos co-responsables en la sustentabilidad de la vida en nuestro planeta; somos sus guardianes en tránsito hacia la evolución de la especie humana pero necesitamos comprender con el corazón y nuestra conciencia expandida.  

El aprendizaje de este tránsito es cotidiano; está en cada pequeño detalle de nuestro día a día. Requiere nuestra observación consciente, nuestros espacios de silencio interno, de búsqueda constante de la comprensión de nuestras relaciones e interacciones y la aceptación de la diversidad.

En este proceso de educación, el uso de la analogía se convierte en un  recurso auxiliar para comprender lo visible y lo no visible.  

En esta oportunidad el círculo y su simbología serán  protagonistas.

 

Transitemos el espíritu del círculo

 

La Tierra, el sol y los planetas; el ombligo, la forma circular del centro de una tela de araña, el ojo humano, el átomo y los electrones, el centro de una flor… La imagen del círculo aparece en todo el Universo.  

Está presente en la geometría sagrada de los laberintos de meditación, en los mandalas; en las rondas alrededor del fuego, en la quietud de las aguas al arrojar una piedra.  

El círculo da idea de infinitud, de totalidad, de equilibrio de fuerzas, de movimiento continuo, de perfección, de ida y vuelta.

Cuando nos sentamos en círculo todos podemos mirarnos a los ojos; todos los lugares tienen la misma jerarquía, no hay preferencias en el perímetro de un círculo, no hay cabecera; cada lugar es equidistante del centro.

El círculo es inclusivo, simboliza la Unidad, el Todo, la Eternidad.

Un círculo  crea un espacio sagrado para experimentar el silencio interno y la conexión con uno mismo, con su propia esencia y con la Totalidad; simboliza las relaciones del centro con la periferia y de la periferia con el centro, del vacío y de la plenitud.

 

Experiencias circulares

 

Cuando recorremos en silencio un laberinto -tal como lo hacían en la antigüedad los peregrinos en busca de guía espiritual- se genera un espacio de silencio interno a lo largo de su recorrido.  

Este silencio inicia una transformación personal; expande la  conciencia, abre nuevos horizontes para nuestra mente finita. Al regresar al punto de partida y salir del laberinto ya hemos cambiado. Nuestro pensamiento, nuestra percepción, nuestro modo de interactuar se han transformado;  más allá de la magnitud del cambio, nuestra conciencia amplió sus fronteras.  

Algo similar ocurre cuando observamos un mandala. Ese diseño que encierra en sí mismo los secretos de la geometría sagrada, tiene el poder de abrir nuestra mente como se abren los pétalos de una flor; entonces, comprendemos las nuevas dimensiones desde el corazón y no sólo desde el intelecto.  

A través del círculo llegamos a la esencia porque él tiene el poder de transformarnos creando caminos para la evolución de nuestras almas.  

El círculo es portador de misterio y sabiduría.  Es la imagen de la vida que pulsa contenida entre un espacio delimitado por su periferia y el vacío de su centro.

La existencia es unidad entre centro y periferia. El centro es inmóvil y eterno, la periferia puede ampliar o disminuir su perímetro, mientras el centro permanece inmutable. Esto es lo que ocurre en la vida cuando estamos centrados mientras alrededor se sacuden la confusión, el caos, la incomprensión. 

Sostener el camino del centro -como dicen maestros orientales- es elegir el camino de la sabiduría para actuar, para alcanzar la armonía de la Unidad “danzando” entre el centro y la periferia.  

Si recorremos nuestro hábitat en silencio, como lo hacemos al peregrinar un laberinto, se produce una magia en nuestra relación con el entorno.

Nuestra mente se abre a nuevas dimensiones de comprensión de todo lo existente en la naturaleza y en el lugar en donde vivimos e interactuamos. El diálogo con cada piedra, cada planta, cada animal que encontremos en nuestro camino, con cada pequeña parte de nuestro ecosistema se torna maravilloso y profundo.

En el silencio de ese recorrido interactivo reconocemos las formas de sostener el equilibrio y la armonía en ese medio en donde estamos, tal vez,  transitando temporalmente.

Cuando movemos el agua de un río con alguna rama o con un palo o con remo, surgen círculos a su alrededor que se alejan en el agua del río; cada círculo crece más y más a medida que fluye en el agua o toca algún objeto a su paso. Siempre va pero regresa; el movimiento no se detiene; si el estímulo se sostiene, también crece.  

En la vida, si el círculo rebosa de amor y ternura, el amor y la ternura volverán al punto de partida sosteniendo la armonía. Cuando el círculo rebalsa de codicia y deseo de posesión, estos sentimientos también volverán a la fuente que los originó pero produciendo desequilibrio.

El círculo también aparece en los ciclos de la naturaleza; así la semilla abre su corazón para dar lugar al brote, el brote a la planta o árbol, el árbol o planta a la flor, la flor al fruto y el proceso circular comienza otra vez con las nuevas semillas. Lo mismo ocurre en la generación de las especies animales y en el ser humano a través de la concepción-gestación-nacimiento-plenitud-muerte y nuevo comienzo.  

En el cuidado del medio ambiente, el círculo es una forma interesante para comprender sus procesos, sus movimientos, la vida.  Lo que brindamos a la Madre Tierra  siempre retorna hacia nosotros en consonancia, como los círculos concéntricos en el agua con relación al objeto que los generó.

En el espacio sagrado del círculo los puntos que lo configuran se sostienen mutuamente porque el círculo contiene, sustenta; es infinito y completo.  

En las culturas milenarias la gente se reunía en círculo alrededor del fuego para compartir, para tomar decisiones, para dar energía a quienes la necesitaban, para escuchar los relatos de los ancianos sabios, para danzar y celebrar.

 

La experiencia de danza en círculo

 

Como muchos otros grupos del mundo, de otras culturas, tiempos y lugares nos unimos en un círculo silenciosamente y comenzamos a danzar al compás de melodías que ondulaban nuestros cuerpos con cada nota musical.  

Nuestros pies despegaban del suelo, como si fueran atraídos por el cielo. Todos los pies se unían en un ritmo común; pasos hacia un lado y hacia otro o pasos en el lugar. Brazos que se alzaban con gesto generoso y agradecido, o brazos acariciando el aura de la tierra; brazos que se extendían hasta el abrazo, sosteniendo el círculo. Manos con manos, apenas apoyadas  palmas sobre palmas o manos conectadas levemente con un solo dedo.

En las rondas las manos sostienen otras manos con levedad, con delicadeza, sin forzar; con perfecto equilibrio de fuerzas. La energía fluye recorriendo el círculo completo sin interrupción; la energía no se mezquina ni se atesora se brinda generosamente en todo momento.

La danza en círculo es armonía en movimiento; es comunicación y comunión. Así comienzan las transformaciones sutiles en cada uno de nosotros. Los intelectos inician su camino hacia el espacio de silencio hasta que el poder de los sonidos del silencio compartido, se eleva por sobre todos nosotros generando una cohesión sagrada de almas que se vuelven UNA en el Gran Espíritu.

Nuestras conciencias re-descubren los vínculos transitando caminos nuevos en una convivencia circular, circunstancial y eterna..

Nuestros corazones se abren generosamente hacia el Universo; somos un latido con el latido de la Madre Tierra y con el pulso Infinito. Nos elevamos hacia los mundos sutiles del Cielo como una chispa diminuta del sol que nos ilumina y transforma con su energía cada día.

Mágicamente todo comienza a cambiar ante nuestros sentidos; nuestra mente se expande y nos volvemos permeables al Amor Infinito. Es el poder del círculo, de la danza respetando esa geometría con su esencia, confiando mutuamente con la humildad de la entrega y la aceptación incondicional; sosteniendo la continuidad y cohesión del círculo.  

La cohesión se transforma y se vuelve guía de nuestros pasos, de nuestros movimientos y de nuestra quietud.

En el camino hacia la perfección -más allá de alcanzarla o no- el poder del círculo nos ayuda a encontrar el ritmo, a rescatarlo cuando lo perdemos, así como el movimiento necesario para sostener la armonía del grupo.

 

Transitar el círculo es un entrenamiento interno, un recorrido del alma para su propia evolución. La evolución de cada uno nos lleva hacia una sociedad sustentable. La evolución de cada uno es la evolución de toda la humanidad.

 

Lic Mónica Shocron

semillasparalavida@yahoo.com.ar

 

Ilustrações: Silvana Santos