Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
Semillas
para la Vida Una
Propuesta educativa, una
elección de vida Educar
desde la Esencia
¿Cómo
transformar la conciencia para una convivencia ecológica en el camino hacia una
sociedad sostenible? “La
cohesión del círculo” Reflexiones
analógicas El
círculo es un espacio sagrado, que invita al silencio y al encuentro. Es Cohesión-Sostener-
Compartir-Vincularse con amor y alcanzar la Conciencia de Unidad en la
diversidad.
Nuestra
Tierra es un espacio sagrado que nos alberga, nos contiene, nos sostiene, nos
incluye y nos brinda posibilidades para aprender a vivir. Somos
co-responsables en la sustentabilidad de la vida en nuestro planeta; somos sus
guardianes en tránsito hacia la evolución de la especie humana pero
necesitamos comprender con el corazón y nuestra conciencia expandida. El
aprendizaje de este tránsito es cotidiano; está en cada pequeño detalle de
nuestro día a día. Requiere nuestra observación consciente, nuestros espacios
de silencio interno, de búsqueda constante de la comprensión de nuestras
relaciones e interacciones y la aceptación de la diversidad. En
este proceso de educación, el uso de la analogía se convierte en un recurso auxiliar para comprender lo visible y lo no visible. En
esta oportunidad el círculo y su simbología serán
protagonistas. Transitemos
el espíritu del círculo
La
Tierra, el sol y los planetas; el ombligo, la forma circular del centro de una
tela de araña, el ojo humano, el átomo y los electrones, el centro de una
flor… La imagen del círculo aparece en todo el Universo. Está
presente en la geometría sagrada de los laberintos de meditación, en los
mandalas; en las rondas alrededor del fuego, en la quietud de las aguas al
arrojar una piedra. El
círculo da idea de infinitud, de totalidad, de equilibrio de fuerzas, de
movimiento continuo, de perfección, de ida y vuelta. Cuando
nos sentamos en círculo todos podemos mirarnos a los ojos; todos los lugares
tienen la misma jerarquía, no hay preferencias en el perímetro de un círculo,
no hay cabecera; cada lugar es equidistante del centro. El
círculo es inclusivo, simboliza la Unidad, el Todo, la Eternidad. Un
círculo crea un espacio sagrado
para experimentar el silencio interno y la conexión con uno mismo, con su
propia esencia y con la Totalidad; simboliza las relaciones del centro con la
periferia y de la periferia con el centro, del vacío y de la plenitud.
Experiencias
circulares
Cuando
recorremos en silencio un laberinto -tal como lo hacían en la antigüedad los
peregrinos en busca de guía espiritual- se genera un espacio de silencio
interno a lo largo de su recorrido. Este
silencio inicia una transformación personal; expande la
conciencia, abre nuevos horizontes para nuestra mente finita. Al regresar
al punto de partida y salir del laberinto ya hemos cambiado. Nuestro
pensamiento, nuestra percepción, nuestro modo de interactuar se han
transformado; más allá de la
magnitud del cambio, nuestra conciencia amplió sus fronteras. Algo
similar ocurre cuando observamos un mandala. Ese diseño que encierra en sí
mismo los secretos de la geometría sagrada, tiene el poder de abrir nuestra
mente como se abren los pétalos de una flor; entonces, comprendemos las nuevas
dimensiones desde el corazón y no sólo desde el intelecto. A
través del círculo llegamos a la esencia porque él tiene el poder de
transformarnos creando caminos para la evolución de nuestras almas. El
círculo es portador de misterio y sabiduría.
Es la imagen de la vida que pulsa contenida entre un espacio delimitado
por su periferia y el vacío de su centro. La
existencia es unidad entre centro y periferia. El centro es inmóvil y eterno,
la periferia puede ampliar o disminuir su perímetro, mientras el centro
permanece inmutable. Esto es lo que ocurre en la vida cuando estamos centrados
mientras alrededor se sacuden la confusión, el caos, la incomprensión. Sostener
el camino del centro -como dicen maestros orientales- es elegir el camino de la
sabiduría para actuar, para alcanzar la armonía de la Unidad “danzando”
entre el centro y la periferia. Si
recorremos nuestro hábitat en silencio, como lo hacemos al peregrinar un
laberinto, se produce una magia en nuestra relación con el entorno. Nuestra
mente se abre a nuevas dimensiones de comprensión de todo lo existente en la
naturaleza y en el lugar en donde vivimos e interactuamos. El diálogo con cada
piedra, cada planta, cada animal que encontremos en nuestro camino, con cada
pequeña parte de nuestro ecosistema se torna maravilloso y profundo. En
el silencio de ese recorrido interactivo reconocemos las formas de sostener el
equilibrio y la armonía en ese medio en donde estamos, tal vez, transitando temporalmente. Cuando
movemos el agua de un río con alguna rama o con un palo o con remo, surgen círculos
a su alrededor que se alejan en el agua del río; cada círculo crece más y más
a medida que fluye en el agua o toca algún objeto a su paso. Siempre va pero
regresa; el movimiento no se detiene; si el estímulo se sostiene, también
crece. En
la vida, si el círculo rebosa de amor y ternura, el amor y la ternura volverán
al punto de partida sosteniendo la armonía. Cuando el círculo rebalsa de
codicia y deseo de posesión, estos sentimientos también volverán a la fuente
que los originó pero produciendo desequilibrio. El
círculo también aparece en los ciclos de la naturaleza; así la semilla abre
su corazón para dar lugar al brote, el brote a la planta o árbol, el árbol o
planta a la flor, la flor al fruto y el proceso circular comienza otra vez con
las nuevas semillas. Lo mismo ocurre en la generación de las especies animales
y en el ser humano a través de la concepción-gestación-nacimiento-plenitud-muerte
y nuevo comienzo. En
el cuidado del medio ambiente, el círculo es una forma interesante para
comprender sus procesos, sus movimientos, la vida.
Lo que brindamos a la Madre Tierra siempre
retorna hacia nosotros en consonancia, como los círculos concéntricos en el
agua con relación al objeto que los generó. En
el espacio sagrado del círculo los puntos que lo configuran se sostienen
mutuamente porque el círculo contiene, sustenta; es infinito y completo. En
las culturas milenarias la gente se reunía en círculo alrededor del fuego para
compartir, para tomar decisiones, para dar energía a quienes la necesitaban,
para escuchar los relatos de los ancianos sabios, para danzar y celebrar. La
experiencia de danza en círculo Como
muchos otros grupos del mundo, de otras culturas, tiempos y lugares nos unimos
en un círculo silenciosamente y comenzamos a danzar al compás de melodías que
ondulaban nuestros cuerpos con cada nota musical. Nuestros
pies despegaban del suelo, como si fueran atraídos por el cielo. Todos los pies
se unían en un ritmo común; pasos hacia un lado y hacia otro o pasos en el
lugar. Brazos que se alzaban con gesto generoso y agradecido, o brazos
acariciando el aura de la tierra; brazos que se extendían hasta el abrazo,
sosteniendo el círculo. Manos con manos, apenas apoyadas
palmas sobre palmas o manos conectadas levemente con un solo dedo. En
las rondas las manos sostienen otras manos con levedad, con delicadeza, sin
forzar; con perfecto equilibrio de fuerzas. La energía fluye recorriendo el círculo
completo sin interrupción; la energía no se mezquina ni se atesora se brinda
generosamente en todo momento. La
danza en círculo es armonía en movimiento; es comunicación y comunión. Así
comienzan las transformaciones sutiles en cada uno de nosotros. Los intelectos
inician su camino hacia el espacio de silencio hasta que el poder de los sonidos
del silencio compartido, se eleva por sobre todos nosotros generando una cohesión
sagrada de almas que se vuelven UNA en el Gran Espíritu. Nuestras
conciencias re-descubren los vínculos transitando caminos nuevos en una
convivencia circular, circunstancial y eterna.. Nuestros
corazones se abren generosamente hacia el Universo; somos un latido con el
latido de la Madre Tierra y con el pulso Infinito. Nos elevamos hacia los mundos
sutiles del Cielo como una chispa diminuta del sol que nos ilumina y transforma
con su energía cada día. Mágicamente
todo comienza a cambiar ante nuestros sentidos; nuestra mente se expande y nos
volvemos permeables al Amor Infinito. Es el poder del círculo, de la danza
respetando esa geometría con su esencia, confiando mutuamente con la humildad
de la entrega y la aceptación incondicional; sosteniendo la continuidad y
cohesión del círculo. La
cohesión se transforma y se vuelve guía de nuestros pasos, de nuestros
movimientos y de nuestra quietud. En
el camino hacia la perfección -más allá de alcanzarla o no- el poder del círculo
nos ayuda a encontrar el ritmo, a rescatarlo cuando lo perdemos, así como el
movimiento necesario para sostener la armonía del grupo. Transitar
el círculo es un entrenamiento interno, un recorrido del alma para su propia
evolución. La evolución de cada uno nos lleva hacia una sociedad sustentable.
La evolución de cada uno es la evolución de toda la humanidad. Lic Mónica Shocron semillasparalavida@yahoo.com.ar |