Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
31/05/2013 (Nº 44) ¿Qué nos hace sentir que somos un latido único?
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¿Qué nos hace sentir que somos un latido único?

 

En una ronda, cuando nos  damos las manos para danzar, cada vez que lo hacemos, nuestros latidos -que estaban dispersos al llegar- se “reúnen” al formar el círculo. Nos une una energía sinfín, que se desliza a través de nuestras manos, pasando de una a otra como una corriente continua, nutrida del sonido y del movimiento que él, despierta en nuestros corazones.

En ese preciso instante, en el que sellamos la ronda con nuestras manos dadas, casi sin darnos cuenta gestamos grupalmente un latido único, cuyo pulsar se sintoniza con el corazón de GAIA y se expande en movimientos circulares dando forma a un inmenso abrazo, que envuelve a nuestra Madre Tierra y a todos los seres planetarios.

 

Y aunque esto ocurre en una ronda, también  sucede en la vida de todos los días y darnos las manos se convierte, entonces, en una metáfora…

Darnos las manos, unirnos con un propósito común, hacer un círculo humano de cualquier tipo… es apenas un símbolo, que trasciende palabras, que va más allá de todos los idiomas que habla el ser humano y  de todos los lenguajes con se comunican los seres planetarios.

 

Un círculo representa una “unidad”, con cierta energía contenida en sí misma, que se recicla constantemente, fluyendo en un movimiento continuo y conservando su vitalidad.

 

Podemos generar distintos tipos de círculos. Podemos dibujarlos en un papel, hacer una ronda, un círculo de plegarias… uno de amig@s, colegas, vecinos, ciudadanos.

 

Todas las infinitas posibilidades de círculos conservan energéticamente su esencia, la equidistancia de todos los puntos con relación a su centro,  su poder intrínseco, su auto-sustentación, su ritmo, su vitalidad.

 

En un círculo humano, no hay rangos porque todos estamos en un plano de igualdad. En él, todos somos responsables en lo que respecta a la preservación de su forma y su energía. Sostener esa unidad depende de cada un@ y de tod@s a la vez. Así ocurre también, con relación a la vida en nuestro planeta, en nuestra “Pacha Mama” (Madre Tierra).

 

Un instante para imaginar…

Visualicemos una ronda que comienza a girar; todos nos movemos acompasadamente, en el mismo sentido… Nuestros cuerpos, a través del movimiento, van dando forma a un cuerpo grupal que depende de tod@s. Y, aunque conscientes de que el círculo es círculo en tanto y en cuanto todos sigamos de manos dadas,  en un instante y sin aviso previo, sólo una persona se suelta y se va!

 

Visualicemos –entonces- la escena…

Queda un espacio abierto, el ritmo se altera, el movimiento tal vez se detenga…  Se hizo un vacío,  un hueco, un paréntesis, una pausa…  Ya no hay círculo!  Y a través de ese “agujero” se fugó parte de la energía que estaba contenida en la ronda; sucedió algo así,  como cuando un globo se pincha y comienza a desinflarse…

 

En la vida misma está presente la simbología del círculo. En la naturaleza, vemos esa ronda simbólica girando, en todos los reinos: plantas, animales, ser humano… La vida danza en círculos, multiplicando incansablemente sus ciclos, que la retroalimentan y sostienen infinitamente.

 

 

Pero ese círculo, se puede quebrar…

… La desaparición de alguna selva, algún río, alguna especie animal, o la irresponsabilidad individual y grupal de los seres humanos que -con su libre albedrío- deciden no hacerse cargo de su parte, en la sustentación de la gran circularidad de la vida planetaria.

 

Pero podemos corregirlo…

…Cuando asumimos nuestras responsabilidades frente a la vida, formando con todas ellas un círculo personal de Responsabilidad ampliada y con mayúscula!

Veamos cómo puede funcionar comunitariamente.

 

Responsabilidad y Presencia Plena

Ser responsables nos lleva a la conciencia de “Presencia Plena”, es decir, de movernos en la vida con una profunda atención, con total y absoluta coherencia entre lo que sentimos, decimos y hacemos.

 

La Presencia Plena implica ser conscientes de todo y deslizarnos por la vida en una perfecta y dinámica “unidad cuerpo-mente-corazón-espíritu”.  

 

Nos podemos entrenar y ejercitar para esto, desarrollando la disciplina de estar atent@s, hasta en los detalles más pequeños, de nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes y acciones. Podríamos hablar también de Conciencia plena, y de alguna manera transformarnos en testigos de nosotr@s mism@s.

 

Es importante tener en cuenta que…

Nuestra responsabilidad va más allá de las palabras; se refleja en nuestro modo de ser, hacer, pensar, sentir.

 

Cuando somos “responsables con presencia plena”, las actitudes más pequeñas -aquéllas que son silenciosas, íntimas, casi imperceptibles- resplandecen en lo cotidiano con toda su intensidad, haciéndose visibles en el modo de movernos en la vida. Y, al ser visibles, también pueden ser inspiradoras para otras personas…

 

La responsabilidad frente a la vida planetaria es cosa de tiempo completo. Trasciende fechas, eventos, campañas, movidas grupales con la intención de crear conciencia de respeto y protección del medio ambiente.

Pero, reclamar no siempre implica responsabilidad…

Palabras, carteles, cartas abiertas llenas de pedidos para que “otros hagan”… son apenas una parte pequeña en el proceso de transformación de la conciencia.

 

Nuestra responsabilidad es acompañar las palabras con acciones que muestren cómo hacer, con suavidad, sin juzgamientos, sin marcar culpabilidades…

 

El poder de transformación que tienen las palabras es importante, pero aún tienen más fuerza, cuando nuestras acciones responsables son la manifestación de nuestra propia coherencia entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos.

 

Nuestro círculo de responsabilidades se sustenta con la suma de acciones coherentes y de tiempo completo, que van más allá de firmas de largas listas de pedidos o reclamos.

 

Nuestra responsabilidad individual frente a la vida planetaria nos lleva también a tener presente…

 

*Aprender a mirarnos tal como somos, con todos nuestros matices, recordando que la vida constantemente nos pone espejos delante de nuestra mirada, para poder descubrir nuestro propio reflejo, por ejemplo, antes de levantar el “dedito acusador”, o los decibeles de nuestra voz…

 

*Hacer nuestra parte, sin prisas ni pausas, con ritmo, total entrega y absoluta conciencia… incluso, hacerlo silenciosamente (más allá de los reconocimientos externos).

 

*La fuerza de la transformación la da nuestra propia acción responsable, coherente, consciente.

 

*La Unión -como dice el dicho-“hace la fuerza”. Entonces… Sumando responsabilidades individuales formamos un círculo de responsabilidad común, que nos une en comunidad de acción.

 

Cuando formamos un círculo de responsabilidad compartida, la fuerza de la transformación se potencia y se transforma en una fuente de inspiración  que nos hace danzar con la vida y nos ayuda a descubrir que, entren tod@s, generamos un latido único sintonizado con el gran latido del universo. Y así, también podemos contribuir a la sustentabilidad de la vida planetaria.

   

Lic. Esther Mónica Shocron Benmuyal ~ Embajadora de Paz ~ 
“Semillas para la Vida” ~  Embajada de Paz ~

Distinciones otorgadas por Mil Milenios de Paz y Fundación Paz, Ecología y Arte

 

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Ilustrações: Silvana Santos