Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
10/09/2018 (Nº 43) “CADA UNO HACIENDO SU PARTE... A LA LUZ DE LA VIDA”
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“Cada uno haciendo su parte...

a la Luz de la Vida”

La Vida prevé una organización maravillosa para el funcionamiento perfecto de nuestro universo.

Somos parte de una trama infinita en la que, hasta la más pequeña partícula, tiene su lugar y su rol. En ella la acción de cada una es importante  para la totalidad y cuando una de esas partes deja de hacer lo que le corresponde, todo se ve alterado.

La Naturaleza nos provee de un maravilloso campo de observación y experimentación para la vida. Cuando lo hacemos entrando en perfecta comunión con todo y dirigimos nuestra atención hacia sus ritmos, cuando focalizamos nuestra mirada hasta las profundidades, podemos reconocer en las conductas de diferentes especies de nuestro entorno natural, nuestras propias conductas humanas y también, planetarias (aquellas que son compartidas con otros seres de nuestra Madre Tierra).

Recordando… Cada ser es único e irrepetible, cada ser tiene su identidad individual pero simultáneamente es parte de una identidad grupal, que lo hermana a un grupo mayor con otros seres, también con su propia identidad individual.

En la vida, cada ser tiene sus fortalezas, sus propias habilidades; todos tenemos algo para ofrecer en beneficio de esa totalidad que nos trasciende como individualidades. Todos somos importantes dentro de ella y la mínima acción de cada uno cuenta.

Despleguemos nuestra mirada creativa e imaginemos…

Pero si cortamos una lazada soltando un punto… ¿qué ocurre?  Seguramente, que ese tejido comienza a perder su forma original, su estabilidad; el entramado se debilita y probablemente, se rompa…

Veamos ahora con nuestros ojos de analogía…

Focalicemos nuestra visión en esa malla, pero imaginando que ella representa la red vital de la somos parte y nosotros somos ese punto, esa lazada del tejido global. Podremos ver entonces, que nuestra acción, por mínima que ella sea, cuenta para sostener la tensión y la elasticidad necesarias para que ese tejido conserve su vitalidad, perfección y estabilidad.

Lo hacemos junt@s!!! y  para que esto sea posible necesitamos reconocernos como singularidad y como partes de un todo mayor que trasciende nuestra individualidad.

Darnos cuenta que nuestro aporte al todo es tan importante como el aporte de otros seres, nos conecta con la sagrada diversidad que despliegan las infinitas acciones individuales, que en su conjunto, hacen al funcionamiento vital de toda la trama.

Todos somos capaces de ofrecer algo maravilloso y único para este entramado grupal, que más allá de la dimensión de nuestras acciones, involucra también la intención, el sentimiento que ponemos en cada movimiento, en cada actitud, en cada realización.

Cooperar… Una palabra que puede inspirarnos para hacer junt@s...

¿Qué es cooperar?

Es obrar junt@s, operar al lado de otros seres, orientando las acciones individuales con un sentido común y a la vez, con un espíritu complementario e enriquecedor.

Para cooperar necesitamos saber compartir, reconocer las responsabilidades individuales y grupales, valorar auténticamente la diversidad de la que somos parte, las cualidades y calidades de cada un@, de cada aporte, de cada inspiración.

Cooperar es encontrarnos en la acción con un sentido que nos integra organizadamente, que nos conecta con el dar y el recibir, con la generosidad y la gratitud; porque cooperar es también, dar generosamente y recibir con gratitud.

Y aquí, recuerdo el espíritu del UBUNTU…  que nos dice “soy lo que soy porque tú eres quien eres; soy en relación con los demás seres...”  Esto le da sentido a la totalidad de esa infinita red que todos formamos y a la presencia y acción de cada ser.

Somos una pieza fundamental en el holograma de la vida y hacer cada un@ su parte sin depender o preguntarse quién hace o quién no, cuándo, cómo o qué… simplemente, hacer la parte que nos corresponde, es honrar a la vida misma manteniendo vivo este holograma.

Somos iguales y a la vez, diversos con relación a otros seres de la naturaleza…

En la naturaleza existen familias de insectos que podríamos llamar “sociales”… Esas comunidades organizadas pueden transformarse en fuentes de inspiración, en ejemplos que nos ayuden a comprender; en una referencia para nuestros aprendizajes de vida.

Observemos, que algo descubriremos…

De abejas y de hormigas…

Imaginemos el hueco del tronco de un árbol en el cual una colonia de abejas ha fijado su domicilio, dentro de una grande y activa ciudad. Recorramos sus rincones… y encontraremos callejuelas, departamentos, puertas y paredes y una gran cantidad de individuos con roles bien diferenciados, que permanecen activos y organizados. Cada quien, entra en acción a su propio tiempo, con su propio ritmo, generando un movimiento continuo y vital. Agudicemos nuestros oído para descubrir sus diálogos; despejemos nuestros ojos para observar sus mensajes danzantes; la comunicación en esa comunidad es profunda y armoniosa.

Y ahora, como si hiciéramos uso de un microscopio poderoso capaz de penetrar las profundidades de la tierra… observemos la ciudad intraterrena de una gran familia de hormigas… Pequeños seres también sumamente activos, con distintos roles y habilidades -que con una actitud cooperativa y corporativa- conviven dentro de una perfecta organización “social”, en la cual cada “ser-hormiga” hace su parte incansablemente, dentro de un orden impecable y perfecto.

Tanto en las comunidades de abejas como en las de hormigas, las actividades son colectivas y existe una compleja comunicación entre todos los individuos, unidos para un fin mayor, una meta compartida.

Son comunidades organizadas que podríamos imitar, aprendiendo a trascender nuestras individualidades y a darnos la oportunidad de brindarnos con generosidad, dando lo mejor de nosotr@s mism@s y poniendo en acción nuestra inspiración y nuestras habilidades para un fin compartido.

Entonces… En lugar de esperar para ver quién da el primer paso o para ver qué hacen otras personas, la propuesta es simplemente, comenzar a hacer nuestra parte con toda la conciencia puesta en nuestra responsabilidad frente a la vida; porque al venir a este planeta, asumimos este compromiso.

Hagámonos esta pregunta… ¿Qué ocurriría si todos esperáramos que otra persona diera el primer paso antes de entrar nosotr@s en acción?  Y la respuesta quizás sea... caeríamos en una inercia prolongada, entorpeciendo el movimiento propio de la vida.

Para que se manifiesten los cambios que queremos ver realizados dentro de nuestro medio, recordemos que es necesario el aporte de cada un@. Éste, va  precedido de un impulso profundo nacido en el corazón, al que le sigue un pensamiento que da forma a la idea y organiza los pasos a seguir, para generar la acción que, finalmente, concreta esa idea.

En el campo físico, así como en el mundo de los pensamientos y en el espiritual, la inercia puede llevarnos a un “sin-sentido” de la existencia; a un estancamiento que nos aleja del fin trascendente de la vida, como si detuviéramos su pulsar… Nuestra responsabilidad es hacer lo que nos toca -nuestra parte- de un modo cuidadoso, amoroso e incondicional y siendo generos@s y oportun@s.

Cada vez que enjuiciamos o criticamos a otras personas por lo que hacen o dejan de hacer, cada vez que distraemos nuestra mirada de nuestras propias acciones, actitudes, pensamientos e impulsos, cada vez que perdemos nuestro “foco”… nuestra energía se diluye, dejamos de hacer nuestra parte, y eso nos va debilitando en nuestra individualidad y también, como partes de un todo.

Hoy, tenemos la oportunidad de focalizarnos en nuestra reconexión con la Fuente dadora de Vida y hacer un viaje casi a la velocidad de la luz, corrigiendo nuestros errores, vinculándonos con nuestro ser infinito y percibiendo que, al transformar nuestros hábitos y evolucionar individualmente, también cooperamos con la transformación y evolución del todo mayor.

 

Todas las acciones, nacidas de un corazón vibrante de amor infinito, son capaces de generar la reconstrucción de una vida planetaria plena, integrando todas las transformaciones que fuimos concretando en el camino y la espiritualidad cotidiana -que nos reconoce como seres individuales y partes de un todo mayor- para que ella impregne nuestras acciones, pensamientos, palabras, actitudes, así como la ciencia, la religión, la política, la economía y la convivencia.

 

Esto, nos dará el impulso necesario para poder desplegar nuestro potencial como seres solidarios y co-crear una convivencia armónica en nuestra Madre Tierra como miembros de la gran familia planetaria.

 

Esther Mónica Shocron Benmuyal

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Ilustrações: Silvana Santos