Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
14/12/2008 (Nº 26) Alquimia lúdica: Descubriendo la simpleza de la vida
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Semillas para la Vida

 

Una propuesta educativa, una elección de vida

Educar desde la Esencia

 

 

 

“Descubriendo la simpleza de la vida”

 

 

Aprendamos jugando porque el juego nos muestra la simpleza con que podemos aprender.

 

¿Cómo generamos ese espacio mágico de aprendizaje a través del juego? ¿Qué necesitamos para  jugar? ¿Podemos  jugar sin entrenamiento previo?

 

 

¿Qué nos enseña el juego?

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Jugar es hacer  y ser  al mismo tiempo; las acciones están conectadas con impulsos del corazón y aspectos profundos de nuestra identidad. En el juego existe una organización espontánea en la que una acción sigue a otra, simplemente fluyendo.

 

En ese espacio lúdico la mirada de la censura no tiene cabida; por eso cuando jugamos, crear es simple. Todos nuestros sentidos están alerta y activos; la fuerza de la vida colma nuestro cuerpo, desaparece el cansancio y nos sentimos libres y poderosos.

 

Jugando nos descubrirnos como seres únicos e irrepetibles y nos transformamos en alquimistas de nuestra ignorancia transmutando conocimiento en sabiduría.

 

 

Algunos indicios de la capacidad creativa

 

 

 

 

 

En un proceso creativo podemos reconocer dos momentos claves -como describe Maslow-

 

Creatividad Primaria: es el momento de la inspiración, cuando sentimos una energía que fluye hacia nosotros ininterrumpidamente y nos mantiene en el presente, con todos nuestros sentidos en su máxima percepción, como si no existieran el pasado y el futuro.

 

Creatividad Secundaria: es la concreción de la obra. En este momento, todo lo que emanó de la inspiración alcanza una forma pulida, organizada y armoniosa.

 

 

 

 

Preparemos nuestros sentidos para este espacio lúdico

 

Es el momento para que nuestros ojos miren hacia la profundidad de los  colores y las formas; para que nuestros oídos escuchen más allá de los susurros; nuestras manos, pies y toda nuestra piel perciban el movimiento más sutil de cualquier energía que nos circunda, para que nuestra mente se libere de pensamientos fijos, nuestro corazón se abra para sentir y nuestra conciencia esté pronta para darse cuenta.

 

En este espacio alquímico que nos proporciona el juego, podemos contemplar y hacer paseos especiales y espaciales con nuestros sentidos; podemos poner el cuerpo y pasar de observadores a la acción y al movimiento, inspirados por todo lo que percibimos. Y podemos expresarlo también a través del arte.

 

Éste es un modo simple de aprender haciendo uso de todas nuestras capacidades sensoriales y creativas.

 

Experiencias breves para inspirar nuevas experiencias creativas

 

Descubrir la UNIDAD

Un Momento de contemplación y descubrimientos…

 

Durante unos minutos, en silencio, con los ojos bien abiertos y relajados, dejate ir hacia el horizonte como si tus ojos fueran un vehículo espacial que te transporta hacia una nueva dimensión. Dejá que tu mirada descanse en el horizonte, totalmente consciente de todo lo que vas encontrando en ese recorrido. Tu mente está alerta y también tus sentidos. Mientras hacés este paseo visual y sensorial, estás respirando con toda tranquilidad, profundamente y sincronizando tu respiración con los latidos del corazón. Sos parte de todo lo que te rodea. La vida pulsa en cada rincón donde tu mirada se detiene atenta por unos instantes. Toda tu conciencia está presente en el aquí y ahora; sos tu propio testigo de la experiencia. Respirás y a la vez, todo respira con vos en una sintonía absoluta. Tu corazón late rítmicamente y el corazón de la naturaleza acompasa tu ritmo. Todo está pulsando. Sólo precisás darte cuenta y entregarte a la experiencia para descubrir en ella tu identidad compartida como ser humano y planetario. Ahí, encontrarás la simpleza de la vida.

 

 

Contemplación y movimiento

Los 4 elementos: fuego - agua - aire - tierra

 

FUEGO

Buscá unas ramas secas para encender el fuego. Raspá un fósforo y acercalo a ese montoncito de ramas y palitos hasta lograr que se enciendan. Sentate frente a esa pequeña hoguera y quedate contemplando el fuego. Es una danza multicolor que recorre gamas de naranja, amarillo, rojo, rosado y tal vez, otros colores. Es el momento para la entrega a la experiencia profunda, en silencio y quietud. Tu respiración sintoniza el ritmo del fuego entre las ramas secas; tus oídos van aumentando su sensibilidad hasta captar sonidos casi inaudibles. Tus ojos son el vehículo nuevamente hacia un estado de conciencia ampliada, en el cual tu percepción comienza a transformarse, identificándote con la identidad del fuego. Ahora, movete, danzá como lo hace el fuego y sentí su fuerza vital, expansiva y libre a través del movimiento.

 

AGUA

Podés elegir un lugar en la playa, frente al mar, o sentarte a orillas de un río, o junto a una caída natural de agua. Inhalá y exhalá rítmicamente, con toda tranquilidad. Tus ojos bien abiertos observan silenciosamente el agua. Tu mirada se relaja en esa contemplación. Sos el agua que contemplás y su espíritu comienza a ser parte del tuyo. Tu mente se libera de pensamientos preexistentes y amplía sus dimensiones; podés comprender la esencia de las cualidades del agua y sentirlas en vos, dejarte fluir, adaptarte al espacio que te contiene, seguir adelante sin que te detengan los obstáculos y encontrar el modo fácil para continuar el camino. Ahora, poné tu cuerpo, mojá tus pies, tus manos, tu rostro; jugá con el agua salpicando a tu alrededor, corré dentro de ella, sumergite…danzá su identidad!

 

 

tierra

Recostate boca abajo, mirando la tierra a una distancia bastante cercana pero de manera que tus ojos puedan conservar una visión cómoda y relajada. Sólo contemplala en silencio con toda atención. Descubrí sus partículas diminutas, sus colores, sus porosidad… hasta sentir la sensación de precipitarte hacia su intimidad, como si los límites entre vos y ella se desdibujaran. Tu conciencia hará el resto.

Ahora, jugá con tus manos removiéndola, dejá que se deslice entre tus dedos, acercala a tu nariz para percibir su aroma. Con tu mente libre de pensamientos e ideas preconcebidas, sólo contemplala; llená y vaciá de tierra tus manos. Tu piel puede sentirla, tus ojos, observarla; tu nariz, olerla y tus oídos, escuchar su voz. En este estado de conexión profunda con su alma y su identidad, podés experimentar su carácter y personalidad hasta fundirte en ella y comprender un poco más acerca de su propia existencia y la tuya, en relación con ella.

 

Aire

Ahora la vista dejará su lugar al oído y la piel para que sean vehículos de esta nueva experiencia. Será un viaje hacia un elemento más sutil: el aire.

Los ojos sólo captan el efecto de su movimiento; nuestras manos pueden tocarlo, acariciarlo, contenerlo y así tomamos cuenta de su presencia. Sentate en silencio donde quieras hacerlo; elegí algún lugar en medio de la naturaleza y cerrá los ojos. Poné atención en la respiración y paulatinamente irás alcanzando un estado contemplativo y de conciencia ampliada. No te distraigas! Cada vez que tu mente quiera apartarte de este estado, sólo tenés que volver la atención a la respiración. Podés percibir el movimiento del aire que entra y sale de tus fosas nasales. Es un movimiento rítmico y aquietante. Dirigí también tu conciencia al aire que te rodea, percibí su movimiento leve, aún en tu absoluta quietud. Reconocelo sobre tu piel, atravesando tus ropas, tal vez, agitando tu cabello… Mové tus manos y -como si formaran un cuenco- sentí el aire que ellas contienen en ese espacio; mové los brazos y percibí cómo se desplaza, como si ellos lo empujaran de tu lado… Jugá con el movimiento y el cuerpo hasta que te sientas AIRE.

El simple hecho de poner atención en la danza del aire, de observarlo, de sentirlo, te conecta con su espíritu, permitiendo a tu conciencia captar fácilmente su carácter y su personalidad.

 

 

Todo lo que es simple fluye. También es simple un pensamiento que no se ata a estructuras limitantes y una mirada que se detiene ante lo obvio.

 

La vida en sí misma es simple.

 

Existen leyes universales e inmutables  que nos muestran la simpleza de la existencia: Como es arriba es abajo; todo lo que sube,  baja; todo lo que va, regresa, todo lo que se expande se contrae … La vida fluye en todas sus formas, los ciclos siguen un ritmo organizado y armonioso. Todo está en movimiento continuo; todo ocurre de cierta manera y con un sentido esencial. Pero nuestros pensamientos limitantes, nuestros temores, inseguridades, nuestros apegos, resistencias  y nuestra sordera espiritual desdibujan esa simpleza y la desorganizan.

 

La manera más simple de aprender es SIENDO; es dejando que el alma se exprese en libertad,  de modo que los pensamientos pasen por el corazón y los sentimientos, por la conciencia.

 

Generalmente nuestro intelecto se distrae, se olvida de quiénes somos en realidad y divaga por la superficie de las cosas, confundiendo lo esencial con lo transitorio.

 

Poco a poco, nuestra memoria se debilita y nos olvidamos de nuestra propia esencia. Distraídos y desconectados, salimos con ansiedad a buscar “el camino”, cuando en realidad sólo necesitamos abrir nuestro corazón para que ese recorrido que vinimos a completar, se manifieste claramente ante nuestros ojos y nuestra conciencia.

 

Con mucha facilidad, nos envolvemos en un vértigo de acciones, en un impulso casi incontrolable e insistente de hacer y hacer cosas permanentemente y sin parar; sin darnos un minuto para la reflexión, en el cual la sabiduría de nuestra mirada interna nos muestre por dónde ir andando la vida.

 

Es tan común empeñarnos en agradar, ser valorados, reconocidos y necesitados por los demás, que nos alejamos de nuestro “camino con corazón”  y experimentamos el sufrimiento al aferrarnos a lo externo, al hacer aquello que los otros están esperando que hagamos, en lugar de hacer lo que nos dice la voz del alma.

 

Ese camino que ansiosamente queremos encontrar sólo aparece cuando aprendemos a escucharnos; a fluir, a soltar lastre; cuando aprendemos a  andar libres de apegos de todo tipo; cuando asumimos una actitud de entrega y aceptación, cuando logramos tratar a los demás como queremos ser tratados por ellos y dejamos de preocuparnos por el pasado y el futuro, percibiendo lo que fue o no fue como una carga y tomándolo –en cambio- como un puente para acceder a nuestro presente.

 

Siempre elegimos la vida que vivimos; nadie elije por nosotros a menos que le cedamos ese privilegio. Aún lo que acostumbramos a ver como malo, es bueno; porque lo importante es hacer siempre lo mejor que podamos, basados en nuestros conocimientos previos y manifestando nuestra sabiduría en cada movimiento o acción, en cada pausa, en cada palabra y en cada silencio.

 

Cuando nos deshacemos del ego, nadie baila mejor que yo y nadie baila peor que yo; cada uno lo hace a su manera y al aceptarlo, sentimos fluir la alegría y el amor en todos los espacios de la vida que elegimos vivir.

 

Lic. Esther Mónica Shocron Benmuyal

semillasparalavida@yahoo.com.ar

Ilustrações: Silvana Santos