Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
Início Cadastre-se! Procurar Área de autores Contato Apresentação(4) Normas de Publicação(1) Dicas e Curiosidades(7) Reflexão(3) Para Sensibilizar(1) Dinâmicas e Recursos Pedagógicos(6) Dúvidas(4) Entrevistas(4) Saber do Fazer(1) Culinária(1) Arte e Ambiente(1) Divulgação de Eventos(4) O que fazer para melhorar o meio ambiente(3) Sugestões bibliográficas(1) Educação(1) Você sabia que...(2) Reportagem(3) Educação e temas emergentes(1) Ações e projetos inspiradores(25) O Eco das Vozes(1) Do Linear ao Complexo(1) A Natureza Inspira(1) Notícias(21)   |  Números  
Educação
22/11/2007 (Nº 20) Sensibilización con mandalas
Link permanente: http://www.revistaea.org/artigo.php?idartigo=471 
  
Educação Ambiental em Ação<

Semillas para la Vida

Una propuesta educativa, una elección de vida

Educar desde la Esencia

 

 Sensibilización con mandalas”

“Somos un arco iris de seres que danzan alrededor del mandala de la Tierra” (OSHO)

 

 

Mandala indio: sol-luna-serpiente y 4 elementos

 

Somos esencia, más allá de las formas, los sonidos, los colores y las apariencias. Somos mandalas transformándonos en una trama multicolor, multiforme, unidos en la diversidad.

  

Como humanidad, estamos transitando senderos de crisis personales y grupales que marcan un punto de inflexión en dirección a cambios profundos frente a la vida, en todos los ámbitos, con todos los seres humanos, más allá de las religiones, culturas, etnias, rangos sociales, profesiones. 

 

Vivimos un momento de búsqueda, de transformación y podemos lograr el cambio apelando a una diversidad de recursos.

 

Podemos hacerlo por dos vías:

 

a) incrementando el conocimiento del mundo exterior, por medio de la exploración, la experimentación, la interacción con el medio ambiente, incluyendo el espacio aéreo y a través de actividades destinadas a utilizar las fuerzas de la naturaleza, incluso, de la potente energía intra-atómica y

b)  apelando al conocimiento del mundo interno

Ambos caminos nos conducen a la expansión de la conciencia, a focalizar nuestra atención más allá de nosotros mismos para vernos como parte de un todo mayor junto a los demás seres que forman parte de este Universo.

Como somos seres humanos, terrestres y cósmicos ampliando nuestro nivel de comprensión tendremos la posibilidad de encontrar el sentido de trascendencia de nuestra vida.

 

¿Cuáles pueden ser los caminos para expandir nuestra conciencia?

 

1)      explorar el inconsciente o dejar que aflore hacia la conciencia como lo hacen el psicoanálisis y la psicología de lo profundo

2)    participar e identificarnos con otros seres, con la naturaleza y con las cosas, sumergiéndonos en la conciencia colectiva y saliendo de la conciencia personal

3)    elevar los niveles de conciencia hacia lo súper consciente y transpersonal, marcado por el contacto entre el yo consciente y el Sí Mismo transpersonal (el yo consciente es reflejo del Sí Mismo transpersonal influido por elementos de la personalidad)

 

Experimentamos sensaciones y percepciones, tanto como pensamientos, ideas y conceptos; también, podemos percibir y experimentar el espíritu. Cada uno de estos dominios (sentidos, mente, espíritu o trascendencia) tiene sus propios códigos y modalidades para acceder al conocimiento y comprensión de los fenómenos que ocurren en cada uno de ellos y pueden ser explorados teniendo en cuenta lo que Ken Wilber ha llamado “los tres ojos del conocimiento” (el ojo de la carne, el ojo de la mente y el ojo de la contemplación o gnosis); cada “ojo” explora y puede explicar sólo su dominio.

 

La vida es energía y se expresa a través de formas, colores y sonidos que también son parte de nuestra esencia y de la esencia de todas sus manifestaciones y que, en constante interacción, permanecen unidas dentro de la diversidad en una trama invisible y consolidada: el alma del Universo.

 

Seamos observadores silenciosos de nosotros mismos, de la vida y del universo

 

Teilhard de Chardin decía que la evolución tiende a conseguir “unos ojos cada vez más perfectos en un mundo en el que hay siempre más que ver”. Esto es lo que intentaremos explorar en esta oportunidad.

 

Ser observadores silenciosos es convertirnos en testigos conscientes de la vida misma, tal como transcurre en todos sus aspectos, incluyéndonos a todos como unidad de la diversidad.

 

Cuando dejamos que nuestros ojos miren plácidamente el horizonte de todas las cosas que nos rodean, nuestra mirada parece alargarse, ver más allá, más profundamente; ver “con ojos nuevos” y llegando a rincones inesperados, descubriendo la vida desde su esencia, a cada paso.

 

Basta hacer silencio y trascender los ruidos e interferencias para que nuestros oídos sean capaces de escuchar hasta los sonidos mínimos y lejanos y todo nuestro ser -en cuerpo y alma- pueda percibir sutilmente las vibraciones de ultrasonidos e infrasonidos.

 

Basta abrir nuestra mente y ampliar la percepción para poder captar manifestaciones de la energía con nuestro cuerpo físico, capacidad que nos hermana con otras especies de la naturaleza.

 

Basta soltar nuestro cuerpo para que, lleno de sonidos, comience a danzar dibujando mandalas con cada giro, con cada flexión, extensión, pausa y movimiento hasta alcanzar una comunicación mágica con la vida, desde nuestra esencia y nuestro corazón, desde nuestra transitoriedad y eternidad.

 

El mundo de los sentidos y la intuición nos da la posibilidad de llegar hasta donde los pensamientos nos limitan y comunicarnos con lo visible y lo no-visible.

 

A través de los sentidos y la intuición podemos trascender las fronteras de la mente y expandir la conciencia hasta captar la esencia que las formas, los colores, los sonidos, los aromas del Universo -del macro y micro cosmos- contienen como si fueran cuencos.

 

Mandalas en la Naturaleza

 

La Naturaleza se manifiesta en forma de mandalas conectados entre sí; con su sinergia van creando un gran mandala cósmico que se transforma a cada momento. Las células, las frutas, la molécula de agua, de nieve, el átomo, una flor, el sistema solar, los ojos, la gestación de un nuevo ser, todos son mandalas; la vida es una danza de mandalas. Y la Tierra -nuestro planeta- es un gran mandala alrededor del cual vamos danzando la vida.

 

¿Qué son los mandalas?

Los mandalas son representaciones simbólicas que nos ayudan a hacer silencio, a meditar, a entrar en los dominios de una conciencia expandida para comprender, sanar y vivir en armonía.

 

Mandala es una palabra de origen sánscrito: manda  significa esencia  y la quiere decir lo que contiene, el contenedor, el cuenco. 

 

El mandala es un círculo concéntrico de energía, un círculo simbólico que contiene infinitas formas organizadas radialmente y que tienen el poder de ayudarnos a focalizar la conciencia y conducirnos a la integración, a la reorganización de nuestras partes dispersas, al equilibrio, la armonía y la sanación.

 

Un círculo es – simbólicamente- origen, evolución, movimiento, energía, armonía, corazón, latido universal, vida, misterio y eternidad. Un mandala es síntesis, esencia, sintonía, re-encuentro, nacimiento y renacimiento.

 

Los mandalas sintetizan la esencia de un instante de vida, en relación con quien observada, crea o co-crea el mandala. Cada elemento dentro del mandala entra en sintonía con todos los demás dando lugar a nacimientos y renacimientos continuos.

 

Los mandalas son energías en movimiento que danzan dentro de un círculo y se comprenden con la intuición, observando con los ojos del corazón y sintonizándonos con el latido universal a través de colores y formas.

 

Cuando observamos en silencio un mandala, o lo dibujamos, pintamos o danzamos, se inicia un diálogo entre sus elementos y nosotros, una comunicación silenciosa y profunda que nos permite llegar hasta horizontes inexplorados de nuestra conciencia. Nuestro mundo interno partido va recobrando su unidad organizada y nuestra mente se abre a otros niveles de comprensión.

Un mandala con su multiplicidad de formas y colores representa la perfección del cosmos, la totalidad de nuestro ser y trasciende la idea del espacio-tiempo y de cualquier diferencia cultural y personal.

Vincularnos con un mandala a través de la danza, del diseño, de la pintura, de una caminata sobre él es iniciar un viaje hacia el centro de nuestro ser y el centro del universo, poniendo luz en las zonas oscuras de nuestra conciencia para que florezca la sabiduría contenida en nuestra esencia. Cada mandala es una puerta de entrada hacia nuestro universo interno.

 

Los mandalas han existido y existen en todas las culturas, como formas geométricas concéntricas, presentes en la arquitectura, en las catedrales, las mezquitas, los laberintos -como el de Chartres, en Francia- en templos, sellos, vitrales, en los calendarios maya y azteca y en diferentes manifestaciones artísticas. Son tan antiguos como la misma humanidad.

 

 

               

                                Mandala de la  Creación           Rueda de la Vida             mandala egipcio      

                                         Ouroboros                    (mandala tibetano)

 

 mandala de los indios hopo                                 mandala tibetano

 

 

                            

                                     laberinto de Chartres                                          calendario azteca

¿Para qué sirven los mandalas?

 

El diseño de un mandala guarda los secretos de la geometría sagrada. El mandala es el reflejo del alma, en un momento determinado, para quien lo dibuja, pinta, danza o simplemente lo contempla.

 

Es un arte milenario que ayuda a la integración y a la unión de uno con el Universo y con El Absoluto.

 

Es un acto creativo que nos induce a la calma y –de este modo- facilita la expresión de todo nuestro potencial. Podemos crearlos individualmente o co-crearlos; cuando lo hacemos con otros se genera además una unión infinita con quienes compartimos la gestación de  un mandala.

 

Un mandala tiene el poder de abrir nuestra mente como se abren los pétalos de una flor; permite que nuestra esencia se descubra. Al meditar con él, comprendemos con el corazón y trascendemos el intelecto. Es un camino de regreso al centro de nuestro ser y al centro del Universo; es una danza permanente e infinita entre opuestos que se concilian en un Todo único y mayor.

 

Las formas contenidas en los mandalas sintetizan elementos individuales en su interrelación con el ritmo del universo. A través de la multiplicidad de caminos, colores y formas podemos experimentar los ritmos cambiantes de la vida y del cosmos hasta encontrar la estabilidad en el regreso al centro.

 

Un mandala crea senderos para la evolución del alma y la transformación  personal; es portador de misterio y sabiduría; es la imagen de la vida que pulsa contenida entre un espacio delimitado por su periferia y el vacío de su centro. En un círculo, el centro es inmóvil y eterno en tanto la periferia puede ampliar o disminuir su perímetro mientras el centro permanece inmutable.

 

Analógicamente, nuestra esencia permanece aunque alrededor se activen la confusión, el caos, la incomprensión, la violencia. Transitar el camino del medio es danzar entre centro y periferia alcanzando la armonía de la unidad  en la diversidad.

 

Todos podemos crear mandalas

 

En el Budismo tibetano los mandalas son instrumentos para la meditación religiosa. Los monjes tibetanos crean mandalas enormes, hechos con arenas de colores, en el suelo de los monasterios; esta creación dura semanas y una vez terminado el mandala –siguiendo el ritual- lo destruyen. Lo importante para ellos es el acto mismo de creación; la meta es el camino, el proceso y no la obra terminada; representa el contacto con lo efímero, con el movimiento continuo, con la constante transformación de la vida, del Universo.

 

Crear mandalas, además, es terapéutico; es una forma de recuperar la armonía, el equilibrio, pues mientras creamos un mandala, nos alineamos; nuestra respiración adquiere un ritmo sereno, casi se vuelve imperceptible el sonido del aire al inhalar y exhalar, nuestros pensamientos se aquietan y hasta pareciera que perdemos peso específico, nos envuelve una sensación de liviandad y de alegría.

 

Creando, co-creando o meditando con mandalas también podemos profundizar el conocimiento de nosotros mismos y permitir que emerja nuestra creatividad conectándonos con la intuición, con nuestro ser transpersonal.

 

Podemos pintar un mandala dibujado por otros, pero en ese acto hemos de ir más allá de rellenar automáticamente con colores las formas vacías. Pintarlos es un ritual silencioso, focalizado, minucioso, hasta sagrado. Es una comunicación profunda con la energía de los colores; cada uno guarda cuidadosamente en sí mismo un mensaje y lo ponemos en acción al elegirlo y usarlo en cada espacio dentro del círculo.

 

Observemos: Cuando elegimos un color nuestro ser experimenta sensaciones, emociones, nuestra alma dialoga con cada uno de ellos al igual que con las formas y los movimientos.

 

Seguir las líneas trazadas por el artista que originariamente dio forma al mandala que estamos pintando, es un camino con magia, que despliega nuestras alas invisibles para llegar hasta horizontes sin tiempo y percibir la sensación de eternidad.

 

Podemos seguir el sendero de un diseño hecho hace miles de años o recientemente, pero siempre nuestro contacto silencioso con quien lo creó transcurrirá en el presente, porque los mandalas tienen el don de llevarnos  calladamente hacia el aquí y ahora.

 

Mientras pintamos un mandala dibujado por otra persona estamos recreando la energía de ese mandala a través de los colores, a través de las modalidades que elegimos para recorrerlo; no existen reglas para hacerlo sino muchos caminos de acceso para experimentar el secreto del círculo y su centro, para reconciliarnos con los extremos hasta encontrar la serenidad al llegar al centro de nuestro ser.

 

¿Cuáles son los pasos para crear un mandala personal?

 

Para crear nuestro mandala necesitamos generar previamente un espacio sagrado, hacer silencio para poder focalizar nuestra energía, conectarnos con la intuición, con nuestro Yo Transpersonal y recibir inspiración.

 

Este ritual nos prepara para nuestro viaje hacia el centro y para el encuentro con nuestra luz interna, con nuestra esencia.

 

Es importante serenar nuestros pensamientos y nuestras emociones para poder escuchar la voz del alma y entrar en sintonía con la del Universo.

 

Podemos elegir una música, sentarnos cómodamente o acostarnos, de modo que nuestro cuerpo se sienta confortable y pueda relajarse. Relajando el cuerpo aquietaremos mente y emociones; respirando profundamente, siguiendo un ritmo cómodo, será más fácil focalizar la atención y la calma emergerá suavemente.

 

Para sintonizarnos con los colores dejaremos que sus energías se activen primero en nuestro interior para que luego puedan expresarse en el mandala.

 

¿Cómo hacerlo? Por ejemplo, recorramos el arco iris con nuestra mirada interna; juguemos con los colores hasta sentirlos vivos. Experimentemos formas de conectarnos con ellos profundamente. Así, iremos percibiendo la luz de su energía, sentiremos que podemos vibrar en su frecuencia y que ellos son parte de nuestra energía.  

 

Podemos danzar en círculo, para encontrarnos con nuestro centro y nuestra fuente de inspiración, entregándonos plenamente al sonido y haciendo permeable nuestro cuerpo al ritmo y a la música.

Podemos simplemente, caminar en silencio haciendo una ronda, unidos a través de nuestras manos o balancearnos rítmicamente en círculo, abrazados, sincronizando entre todos nuestros pasos o nuestro balanceo hasta alcanzar un ritmo común.

 

Con cualquiera de estas elecciones estaremos generando ese espacio sagrado para la creación. La consigna general será entrar en sintonía.

 

Podemos agregar también alguna intención específica, como comprender algún proceso en particular o encontrar orientación en nuestro camino.

 

Luego, sobre un papel en blanco, dibujaremos un círculo y focalizaremos su centro -visible o invisible- permaneciendo en silencio hasta que percibamos que es el momento para iniciar el diseño de nuestro mandala.

 

Dejaremos que nuestra mano comience a dibujar trazos y formas espontáneamente, conectados permanente con la intuición. Cuando cese el movimiento de la mano observaremos en silencio aquellas formas contenidas en el círculo y cerrando los ojos, conservaremos la imagen en nuestro interior.

 

En una siguiente etapa incluiremos el color. Nuevamente generaremos el espacio sagrado para iniciar el proceso de creación. Tal vez, la voz interior haga aparecer palabras, las cuales podrán ser incluidas dentro del círculo o en su perímetro. Cuando percibamos que el proceso creativo ha concluido, observaremos el mandala y meditaremos con él. 

Co-creemos un mandala danzando

 

Recordemos primero, que en un mandala sus elementos están organizados radialmente dentro de un círculo y juntos comparten una trama dinámica  y armoniosa. que representa la continua transformación.

 

Propuesta:

Generar un mandala que nos vincule con nuestro entorno natural, con la identidad de cada uno de los elementos del ecosistema en el que vivimos y que simultáneamente, nos vincule con el mandala de la Tierra, alrededor del cual danzamos la vida.

  

¿Cómo lo haremos?

El grupo tendrá un coordinador que irá guiando la experiencia. Cada miembro elegirá previamente un elemento del ecosistema para danzar esa identidad. Es importante experimentar una comunión profunda con ese elemento y por esa razón, antes de poner la música para la danza, el grupo tomará unos minutos para entrar en sintonía.

 

¿Cómo entraremos en sintonía?

El camino será similar al propuesto para crear o co-crear mandalas.

 

El grupo generará el espacio sagrado y cada uno comenzará a explorar su camino de acercamiento a la esencia del elemento elegido para asumir su identidad dentro del círculo.

 

Antes de poner la música, el coordinador del grupo se asegurará que la duración de la melodía sea lo suficientemente prolongada para que todos tengan el tiempo necesario para co-crear la coreografía/mandala con comodidad y sostenerla –además- en el tiempo, para poder sentir y vivenciar  profundamente el mandala creado entre todos.

 

Recordemos que el coordinador también es parte del grupo y una vez que comienza la música precisará estar en comunión con la identidad que eligió para participar del mandala danzante.

 

Elección de la música

Será una música que llegue al corazón, que despierte la sensibilidad profunda de cada uno, que sea realmente inspiradora y sostenga secuencias claras para facilitar el diseño de la coreografía.

 

Será importante dejar que los movimientos fluyan sin perder conexión con la identidad individual y simultáneamente sostener la conciencia de unidad para ir dibujando juntos el mandala, a través de movimientos ensamblados.

 

¿Cómo llevar a cabo el proceso co-creativo?

El grupo comenzará a moverse en círculo cuando comience la melodía, para despertar conciencia de él, antes de iniciar el diseño del mandala. Es importante tener presente su perímetro y su centro, porque todos los movimientos han de transcurrir en ese espacio y cada elemento formará parte de esa organización radial.

 

Luego, cada uno comenzará a crear su propio movimiento, su propio dibujo dentro del círculo conservando la conexión con su identidad y como parte del todo mayor, para que sus movimientos se mantengan dentro del diagrama radial. Pueden danzar dentro del círculo o hacerlo en su perímetro.

 

Es importante que la conciencia de unidad en la diversidad esté presente durante toda la experiencia.

 

El grupo danzará el mandala en cuanto dure la melodía y cuando finalice, cada uno detendrá su movimiento donde lo encontró la última nota musical. El círculo permanecerá como una fotografía y cada uno –en silencio- observará y sentirá el mandala generado entre todos. Cada uno hará un registro minucioso de sentimientos, sensaciones, pensamientos, imágenes internas.

 

Luego, el coordinador del grupo comenzará con el ritual de desdibujar el mandala desde la periferia hacia el centro, tal como lo hacen los monjes budistas tibetanos, activando de este modo, la conexión con lo efímero, lo transitorio y la transformación permanente de la vida y del Universo.

 

En silencio, todo el grupo volverá a formar el perímetro del círculo, permaneciendo en quietud.

 

Cierre de la experiencia:

Reflexión individual y reflexión compartida.

 

Podemos enriquecer esta experiencia dibujando y coloreando un mandala personal que nos haya inspirado la danza, siguiendo los pasos mencionados para la creación de mandalas.

 

Cada vez que creamos un mandala, podemos meditar con cada uno de ellos e iniciar un camino de pesquisa interna, de auto conocimiento, de descubrimiento de nuestra propia esencia.

 

Otras experiencias con mandalas

 

* Previamente elegiremos una semana para desarrollar esta experiencia. Cada día de la semana crearemos un mandala, meditaremos con él en ese día y al finalizar la semana, tendremos 7 mandalas, habremos meditado con cada uno de ellos.

 

En el 8º día, los observaremos y podremos percibirnos a través de ellos para  comprender nuestra propia transformación, la de nuestra sensibilidad y seguir el proceso de transformación de nuestra conciencia.

 

* Podemos co-crear un mandala siguiendo un ritual similar al del budismo tibetano. Nos sentaremos haciendo un círculo, generando entre todos el espacio de silencio, con una consigna previa consensuada por el grupo, vinculada con el medio ambiente y nuestra participación activa en él.

 

Luego pondremos al alcance de todos los elementos que usaremos en la construcción del mandala de la vida; es necesario que todos estemos cómodos para alcanzar cualquiera de los elementos (pueden ser piedras de colores de diferentes tamaños, semillas, pétalos de flores, caracoles, tierras de colores, papeles de colores, hilos, etc.)

 

Siempre con la conciencia del centro –visible o no visible- comenzaremos a dar forma y color al mandala comenzando desde el centro en dirección hacia la periferia. Cada uno irá haciendo su aporte en silencio, sin perder su propio centro, pero consciente del entorno y de cuanto vaya aconteciendo en todo el proceso de co-creación.

 

Llegará un momento en el cual todos sentiremos que la obra está concluida; será el momento de la contemplación previo al ritual de destrucción del mandala.

 

Una vez que hayamos desdibujado el mandala desde la periferia hacia el centro, el grupo intercambiará experiencias  para hacer la síntesis final.

 

La experiencia con mandalas tiene múltiples formas y los caminos que vamos transitando con ellos ponen en marcha nuestra creatividad infinita.

 

Cada vez que completamos una experiencia estamos listos para la que vendrá, solos o compartiéndola con otras personas.

 

Mónica Shocron

semillasparalavida@yahoo.com.ar

 

 

Somos mandalas multicolores que danzan la VIDA”

Ilustrações: Silvana Santos