Estamos sendo lembrados de que somos tão vulneráveis que, se cortarem nosso ar por alguns minutos, a gente morre. - Ailton Krenak
ISSN 1678-0701 · Volume XXI, Número 86 · Março-Maio/2024
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Educação
26/05/2005 (Nº 13) Una propuesta educativa, una elección de vida
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Semillas para la Vida

Una propuesta educativa, una elección de vida

Mónica Shocron

 

La experiencia de la salud y nuestra triple identidad

 

“… Nadie sabe más que tú mismo sobre la salud, siempre que hayas aprendido a oír y entender los mensajes que te manda tu cuerpo…” (Deepak Chopra, “Sanar tu corazón”)

 

La salud es una experiencia personal; es nuestra responsabilidad. Es un compromiso que asumimos con la vida al nacer. Es una elección de vida y una cuestión de actitud frente a ella. 

Salud es el equilibrio entre todas las energías que nos transitan y habitan  permanentemente y nos vinculan hacia adentro y hacia fuera. 

Las visiones de Oriente y Occidente  

La gran diferencia entre Oriente y Occidente reside en la interpretación de la realidad, la comprensión de los fenómenos que nos rodean y -por lo tanto- de las respuestas que brindan ambas culturas con relación a sus respectivas visiones.

Históricamente hemos descubierto la esencia de Oriente hace poco tiempo. Antes, apenas alcanzábamos un conocimiento fragmentado de su realidad, interpretada de acuerdo con filtros impuestos por nuestra cultura y nuestra visión del mundo. 

En nuestra tradición occidental - esencialmente racionalista- habitualmente consideramos indiscutible todo lo que nos dice el intelecto; nuestra mente siempre quiere tener la razón, porque eso es parte de su propia naturaleza. 

Vivimos ocupados con lo que ocurre a nuestro alrededor -afuera de nosotros- y lo hacemos parte de nuestra propia vida. Nuestro mundo de la acción es el mundo exterior al que permanentemente queremos modificar, sobre todo para que no nos dañe. 

Necesitamos ir hacia adentro para observarnos conscientemente, despojados de los filtros subjetivos y culturales y descubrir nuestra verdadera triple identidad como seres humanos, planetarios y cósmicos.

¿Y si no lo hacemos?

 

*le restamos importancia a la información que nos provee la intuición

*generamos archivos de datos científicos magníficos y amplios que van ocupando todos los espacios internos de nuestros pensamientos

*buscamos el auxilio de tecnologías de última generación dentro del campo clínico, para revertir los problemas de salud

*pensamos que la solución está afuera de nosotros

 

¿Qué olvidamos?

 *que es fundamental la experiencia personal, profunda y consciente

*que gracias a ella podemos comprender los procesos de salud-enfermedad y nuestra triple identidad,

 *que podemos vivirlos desde su esencia y transitar nuestra vida sosteniendo, de la mejor manera posible, el equilibrio de fuerzas entre cuerpo- emociones- pensamientos-espíritu.

 

Las culturas orientales tienen una visión diferente. La mayor actividad se vuelca hacia el mundo interno del ser humano, donde éste concentra su accionar, que está orientado intensamente a la transformación personal para su evolución. Se ve a sí mismo como parte del universo y no separado de él; tampoco lo ve como una amenaza a su seguridad.

Consideran que los síntomas son

*parte de un todo que trasciende lo meramente orgánico e individual

*echan raíces en las profundidades del ser

*están en su memoria celular

*están a merced de las transformaciones constantes producidas por el juego de energías en el individuo y en su hábitat natural.

*la salud se manifiesta y los síntomas desaparecen sólo cuando se sostiene el equilibrio entre las partes y el todo a través de procesos conscientes.  

Para las medicinas milenarias –incluidas las medicinas de la tierra (1)- la experiencia personal marca el recorrido hacia sus grandes enunciados; observar, explorar y sentir son recursos básicos para encarnar la comprensión del funcionamiento de la vida.  

Un ejemplo: la medicina ayurvédica

Tiene profundas raíces en lo espiritual, desde el vínculo indisoluble que existe entre cuerpo, mente, emociones y espíritu.

Para ella, existimos en distintos planos: físico, mental, emocional, espiritual. Por lo tanto, las enfermedades que aparecen en el cuerpo de una persona encontrarán sus claves para superarlas, en la búsqueda conjunta de datos en todos estos planos de existencia del ser humano, incluyendo el mundo de sus relaciones con otros seres y el medio ambiente en el cual vive.

A veces los síntomas nos susurran al oído pero si no los escuchamos la próxima vez nos sacuden con mayor vigor. Aparecen para guiarnos, no para maltratarnos, ni son ogros o pequeños monstruos que pretendan asustarnos.

Para comprenderlos desde sus raíces necesitamos valor para mirarlos de frente y de perfil, del derecho y del revés y girar alrededor de todas sus facetas. Necesitamos asumir una actitud personal, coherente y responsable frente a ellos y estar absolutamente decididos a descubrir la verdad.

 Si el alma y el espíritu no habitaran nuestro cuerpo, éste se marchitaría y no tendría existencia como tal. Nuestro cuerpo depende de nosotros y nosotros aprendemos la vida con él. Gracias a tener un cuerpo físico podemos experimentar la vida en nuestro planeta y comprender a la vez, el sentido de trascender el plano físico.

Es difícil aceptar aquello que no podemos probar con los cinco sentidos y corroborar a través de la razón; pero no podemos negar lo que es evidente cuando ocurre aún, más allá de la lógica y del pensamiento científico.

Recordemos

 

Los síntomas no desaparecen mágicamente sólo con la ayuda externa. Si no los exploramos conscientemente, si no nos preguntamos más allá de lo que vemos o sentimos, si no actuamos decididamente haciéndonos cargo de ellos, permanecerán.

Los síntomas despiertan nuevamente su agresividad en la primera oportunidad en que estemos “distraídos”.

 

Porque

 

*Cada síntoma tiene un mensaje especial para nosotros

*Cada síntoma es un llamado de atención para el cambio

Cuando necesitamos modificar alguna actitud frente a la vida, aparecen los síntomas para darnos la oportunidad de hacerlo, de crecer, de mejorar, evolucionar y reconocernos como seres únicos, irrepetibles y criaturas llenas de luz.

 

 

La salud es un holograma; podemos ver su imagen completa desde diferentes ángulos, una porción de su representación global. Cada una de las partes –al unirlas- nos proporcionan una información más minuciosa y clara de la totalidad y así, la imagen aumentada alcanza mayor definición.

En un holograma, cada parte contiene la información del todo; en la salud, cada síntoma es una parte del holograma.

La salud es una experiencia que aparece en un marco de convivencia, dentro de un ecosistema, en un planeta llamado Tierra, parte de un sistema solar influido por otros universos y por factores naturales, telúricos y cósmicos.

La experiencia nos permite sentir sensaciones físicas; conmovernos, darnos cuenta que estamos vivos; la podemos compartir y aprender de este modo.

¿Qué aprendemos?

Aprendemos a observar, a sentir, escuchar, percibir, intuir; a ampliar nuestros campos sensibles hasta horizontes desconocidos.

Seguramente necesitaremos también, valor, voluntad, confianza y fe para lanzarnos hacia la experiencia de lo Infinito.

La experiencia personal de la salud es nuestra escuela de vida y nuestro cuerpo, sólo una parte de la experiencia completa. No podemos anclarnos en él; para comprender la inmaterialidad de la salud tenemos que ir más allá de los ojos, de las formas tangibles y de lo concreto.

 

Reconociendo nuestra identidad

Somos seres biofísicos, terrestres y cósmicos

 

Algunas preguntas…

 

*¿Cómo dialogar con el cuerpo y comprender sus razones frente a la enfermedad si no vamos más allá de sus espacios tangibles?

*¿Cómo se fue generando nuestro cuerpo físico?

*¿Cómo llegamos a ser habitantes de la Tierra?

*¿Cómo comprender la vida si no encontramos nuestra verdadera identidad?

 

Nuestra Tierra es una totalidad física, biológica y antropológica en donde la vida es un emergente de su historia y nosotros, el de la historia de la vida terrestre, con identidad planetaria, cósmica y biofísica. Somos parte del caos y del cosmos porque también somos parte del Universo manifiesto.

Permanentemente estamos influidos por los intercambios personales y las relaciones causas-efectos; más allá de esta aparente complejidad también podemos encontrar el sentido de lo simple.

Somos más que materia; somos conciencia universal e infinita en todas sus formas posibles de manifestación. Nuestra identidad es parte de la unidad y la diversidad; de lo físico y lo metafísico, de lo denso y lo sutil.

Somos partículas cósmicas por ser parte del Universo y también, partículas terrestres por habitar este planeta; en nosotros aparecen todos los elementos y sus energías: agua, fuego, tierra, aire, luz, esencia mineral y guardamos en nosotros toda la información planetaria y universal.

Nuestro alimento esencial es el prana; el prana es energía y nos llega simultáneamente desde el Cosmos y la Tierra. Así encarnamos la vida en este espacio-tiempo. Nuestro cuerpo echa raíces en la tierra y nuestra conciencia nos guía hacia mundos etéreos. Las experiencias van creando puentes entre la Tierra y el Cielo; entre el caos y el cosmos para encontrar nuestra auténtica identidad.  

Existimos en relación con los demás seres y nos reflejamos en ellos. Tenemos vínculos interpersonales y con el medio ambiente terrestre y cósmico, con los elementos de la naturaleza, los sonidos, los colores, las fragancias, con las energías sutiles, el alimento, la respiración.  

El Universo es una inagotable red de vínculos con sentido, en la cual cada nodo influye en toda la trama. La Tierra y los otros planetas giran alrededor del sol; nuestro sistema solar lo hace alrededor de otras galaxias; el día sigue a la noche y la noche al día; las estaciones se suceden interminablemente; las fases de la luna siguen sus ciclos, así como la gestación hasta el nacimiento y la germinación hasta el fruto maduro.  

Todo es movimiento hecho de otros movimientos que se recrean a cada instante; todo va y viene; sube y baja, crece y decrece; todo se modifica permanentemente aunque no lo notemos. Los ritmos cósmicos marcan el compás de toda creación; así, los vínculos en la trama universal también se transforman y recrean constantemente siguiendo nuevos ritmos y nuevas sintonías.  

La vida, los procesos, nuestro cuerpo, la salud y la enfermedad, la naturaleza, las emociones y los pensamientos también tienen sus ritmos.  

El movimiento de la vida no se detiene; la transformación es continua y para percibirlo podemos ampliar las fronteras de nuestra sensorialidad; explorar otras posibilidades y usar conscientemente nuestro cuerpo como una antena parabólica, capaz de captar vibraciones sutiles; así nos convertiríamos en un canal de la energía universal.

¿Cómo podemos hacerlo?

Preguntándonos, buscando; observando, sintiendo, percibiendo, intuyendo. El camino tendrá marchas y contramarchas; cambios de rumbo, ajustes, modificaciones; tal vez haya dolor y sufrimiento (si nos apegamos al dolor). Nos sentiremos cansados, descorazonados, sin rumbo y hasta perderemos de vista el sentido de nuestra búsqueda. Pero podremos parar, agudizar nuestros sentidos, buscar información de múltiples formas y finalmente comprender, reencontrarnos y reconocer nuestra triple identidad.

Necesitaremos pausas y silencios, para descubrir su inmenso poder como recurso en este camino de aprendizajes.  

Es fundamental comprender profundamente para poder sanar. ¿Cómo? Dándonos cuenta que somos más allá de nuestras fronteras corporales; que nuestra existencia tiene un sentido trascendente y que la búsqueda de ese sentido nos comunica con emociones, pensamientos y sobre todo, con nuestra espiritualidad.

Experimentemos nuestra triple identidad

Recordemos que somos parte del Todo y el Todo a la vez; que la energía que nos anima es la misma que anima a todo el Universo y es el aliento de vida; que nuestros ritmos internos son los ritmos del Universo y se sincronizan con los ritmos de la naturaleza y de todo el cosmos.

Nuestro reloj biológico se calibra en contacto con el sol, con la temperatura ambiente, con los sonidos que nos circundan, con otros seres humanos y con todas las criaturas de nuestro planeta.

Todo lo que nos ocurre, acontece dentro de una trama compartida, en la que existen aspectos externos e internos que condicionan los resultados; lo de afuera facilita los procesos que se inician adentro, en nuestro territorio íntimo –nuestro mundo emocional, mental, nuestra herencia genética y racial-   

Somos responsables pero no culpables de lo que creamos. Generamos nuestros propios desequilibrios y también podemos producir la transformación de los procesos para devolvernos la salud. Tal vez parezca poco creíble para nuestro pensamiento lógico, porque éste necesita medir, comprobar, repetir el fenómeno una y otra vez para aceptar su validez, como el método científico, para llegar a enunciados universales.

Es importante expandir nuestra conciencia y abrirnos a otras posibilidades tan válidas como las leyes que rigen el Universo, eternas, inmutables e incuestionables, como lo son las leyes herméticas. (2)

Existe un conocimiento más allá de nuestra mente finita; es el conocimiento intuitivo que existe per se; está fuera del concepto de espacio-tiempo y no necesita pruebas, porque sus verdades SON, independientemente del observador. La fuente de este conocimiento está vibrando en el Universo y una parte de nuestro cerebro accede a ella directamente y lo capta como lo hacen nuestra memoria celular y nuestro Yo Superior.

 

¿Soy saludable o estoy saludable?

 

Ser y estar son dos verbos con sentidos diferentes; cuando decimos “soy saludable” nos vinculamos a la idea esencial que hace a la condición de ser inmortal, parte infinita de la energía universal que impregna lo individual; es lo que une y no lo que separa.

Estar saludable” alude simplemente a un estado que varía a cada momento, se altera y quiebra fácilmente influido por factores diversos que pareciera no pertenecernos sino estar a merced de lo externo.

Experimentar conscientemente esos vaivenes de la salud se convierte en camino para encontrar el sentido esencial y trascendente de nuestra propia existencia. 

Quien supera la dualidad tiempo- espacio logra ir más allá del mundo físico y echar raíces en lo intangible, pasando de los estados de salud a la vivencia de SER saludable.

La salud tiene un aspecto material y otro inmaterial. Es necesario crear puentes entre ambos para comprenderla en su amplio espectro y vivirla en plenitud. Podemos hacerlo compartiendo experiencias que se transformarán en fuente de inspiración para nuevas alternativas de vida.

Compartir es comunicarnos, entrar en el mundo del otro; encontramos encontrar espejos, recuerdos y sintonías y podemos reconocer diferentes tipos de energías y sus comportamientos en el mundo de la física. En estos encuentros creamos vínculos que perdurarán mientras tengan sentido para todas las partes.

Nuestra vida es una inmensa e infinita red de vínculos; cada actitud personal genera otras consonantes; así, cuando la ira parte de nuestros egos con rumbo o sin rumbo definido, todo el entorno se sacude, tiembla y se conmociona. Las explosiones que conmueven partes de nuestro planeta nos afectan a todos; la naturaleza recibe nuestros enojos y nos responde en concordancia; es verdad aunque a nuestra razón le resulte difícil aceptarlo.

Observemos en silencio; hagamos todo el esfuerzo necesario para que nuestra cabeza no interfiera con el sinfín de filtros intelectuales que hacen al conocimiento humano finito, sabiendo que es posible que desde nuestra humanidad nos elevemos hasta los archivos del conocimiento universal usando la intuición.

Las actitudes, las acciones, los pensamientos son formas de energía; constantemente se sintonizan con otras y unidas, pueden construir o destruir.

El enojo, la ira accionan una gran cantidad de energía destructiva que desorganiza las energías del cuerpo físico, genera molestias, inquieta la mente,  altera las emociones; quien la genera pierde su conexión con su esencia y , entonces, se genera el caos, que se extiende fuera de esa persona y afecta irremediablemente a todo el entorno cercano; y si permanece en el tiempo, su intensidad crece e impacta aún más lejos.

Los efectos de los estados energéticos destructivos son múltiples.

Toda la fisiología del cuerpo se altera y aparecen síntomas físicos. Cuando el cuerpo físico se ve afectado necesita un tiempo para reorganizar sus energías y optimizar el funcionamiento de todos sus órganos. También, las relaciones interpersonales, con la naturaleza y con los objetos culturales cotidianos se alteran y se vuelven caóticas.

En una palabra, quien siembra vientos recoge tempestades.

Podemos aprender mucho del uso incorrecto de las energías y es fundamental saber hacer una pausa hasta que se agoten sus fuerzas mal encausadas, antes de seguir adelante.

Aprendemos cuando nos observarnos conscientemente a través de lo cotidiano y cuando esa observación se transforma en una rutina diaria, en un entrenamiento disciplinado. El forcejeo entre intelectualidad e intuición nos llevan a perder la fe y la confianza en nosotros mismos, en los demás y en los procesos de la vida.

La vida pone a nuestro alcance todos los recursos que necesitamos; es generosa y nos brinda su abundancia; pero a veces, perdemos la oportunidad de gozar de ella.

Las experiencias sirven para aprender; para pasar en limpio observaciones, reflexiones, percepciones; para hacer cambios; para evolucionar.

Ser saludables es haber aprendido a captar información de cada circunstancia y adoptarla como guía de aprendizaje. Ser saludable es haber transitado conscientemente los estados de salud hasta alcanzar la experiencia esencial de la salud.

Ser saludables es haber encontrado la auténtica identidad y aprendido a vivir.

 

semillasparalavida@hotmail.com

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Notas: (1) medicinas de la tierra: aquellas medicinas aborígenes

         (2) Hermes Trismegisto

Ilustrações: Silvana Santos